Número 11                                               Época IV                                    Mayo 2007


REFORMA UNIVERSITARIA

“La UNAM y su autonomía: proceso histórico en tres tiempos”

La emergencia, desarrollo y consolidación del sindicalismo universitario de nuevo tipo en la UNAM y otras instituciones universitarias de carácter público, pronto entró en contradicción con las formas y conceptos de ejercer la administración, el gobierno e, incluso, de la misma autonomía…

José René Rivas Ontiveros (FES Aragón-UNAM)(1)
Miguel Sánchez Mayén (STUNAM-UNAM) (2)

Introducción

A casi un siglo de la refundación de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), (3) considerada actualmente como una de las cien principales instituciones educativas en el mundo y la primera en los países de habla hispana, (4) nos proponemos como objetivo general abordar y a su vez reflexionar brevemente sobre los diferentes hitos de su devenir histórico en el siglo XX tras la búsqueda de su consolidación como institución educativa así como su autonomía y todo lo que ello implica.

A fin de alcanzar este objetivo creemos que es pertinente aclarar de manera inicial por lo menos dos conceptos que resultan fundamentales en esta exposición: universidad y autonomía universitaria, para luego, utilizando el método histórico cronológico, referirnos a los distintos momentos por los que los universitarios de esta institución han atravesado en la conquista y consolidación de la autonomía para su universidad.

1. Los conceptos

Si bien es cierto que hoy en día existen una gran cantidad de definiciones y caracterizaciones teóricas sobre el concepto de universidad, creemos que una de las explicaciones más acabadas en este sentido es la de Rodney Arismendi, quien afirma que ésta “es fruto de un régimen social determinado y, en última instancia, cumplirá las funciones que las necesidades culturales y técnicas que este régimen le reclamen. Ideológicamente, más allá de las doctrinas que disputan la orientación de la cátedra, la universidad siempre tenderá a ser básicamente, en su enseñanza, una exaltación ideal, embellecida, de los principios generados del régimen que la nutre. En otras palabras, la universidad es una institución en cierto sentido peculiar, un rodaje del aparato estatal cuya misión es formar técnicos y científicos según las necesidades del desarrollo social entendiendo éstas de un modo históricamente concreto”.(5)

Ahora bien, en cuanto a las funciones de la universidad tradicionalmente han sido de dos tipos que se han venido perfeccionado y desarrollado con el paso del tiempo. Una, la más importante, es la de carácter meramente académico, principal razón de su existencia y las extraacadémicas que realiza en tanto institución social. En otras palabras, la universidad tiene como función general ser el espacio para el análisis y la reflexión de las diferentes problemáticas socioculturales.

Sin embargo, para que la universidad pueda ejercer libremente estas funciones requiere necesariamente de la autonomía con respecto a los poderes económicos, políticos, culturales y religiosos.

Con respecto a lo que se entiende por autonomía universitaria cuyos antecedentes son muy remotos, habrá que subrayar que ha encontrado su definición más acabada durante el movimiento de Reforma de Córdoba, Argentina, en 1918, de donde surgieron las características que le han dado sello al concepto, tales como: el derecho de los universitarios a nombrar sus autoridades, administrar sus bienes, contratar a su personal académico y administrativo, una cierta extraterritorialidad pública (no jurídica) y la libertad de cátedra e investigación, entre otras.

Quizá sea conveniente asentar que el movimiento de Córdoba, “coadyuvó a sentar las bases de un nuevo sistema educativo universitario para todos los países de América Latina, cualitativa y cuantitativamente diferente al que había imperado hasta entonces”. (6)

A partir de ese momento y como corolario de la Reforma cordobesa, las universidades latinoamericanas y entre ellas las mexicanas, fueron conformando y consolidando una identidad propia, a la vez que las iría diferenciando del sistema educativo superior, tanto de los Estados Unidos como de los países europeos.

Dentro de los elementos definitorios del sistema universitario latinoamericano se inscriben, entre otros, el hecho de que la inmensa mayoría de las universidades son instituciones públicas creadas y subsidiadas por el Estado; en ellas se tiende a realizar la clásica idea de comunidad universitaria con la activa participación de profesores, estudiantes, empleados, autoridades universitarias y exalumnos; mantienen un discurso permanente de “servir al pueblo” y, en una gran proporción, han sido vistas en diversas coyunturas político sociales, como focos de rebeldía y subversión comunista, dando pauta a la segregación social y financiera y hasta se ha llegado a casos extremos de la represión gubernamental por medio de la fuerza pública policíaca y otras veces militar. (7)

Es importante señalar que aunque si bien es cierto que el movimiento reformista de Córdoba fue determinante y punto de inflexión en el sistema universitario latinoamericano, fue también significativo, al menos en el contexto de nuestro país, el denominado movimiento por “La Universidad Libre” que tuvo lugar en la capital de la República durante 1875.

Este movimiento fue sin lugar a dudas un importante antecedente de las luchas por la autonomía universitaria en América Latina. Aunque hay que destacar que no obstante la relevancia de éste y de haberse suscitado 43 años antes del movimiento de Córdoba, Argentina, aún hoy es poco conocido y por ende escasamente estudiado. (8)

2. La autonomía en la Universidad Nacional de México

Después de que en el siglo XIX la Real y Pontifica Universidad de México quedó prácticamente desarticulada en las distintas escuelas que la habían conformado no fue sino hasta septiembre de 1910, en las postrimerías del régimen dictatorial porfirista cuando se refundó la Universidad Nacional de México, luego de que el maestro Justo Sierra, secretario de Instrucción Pública en dicho régimen, creó y unificó varios planteles de nivel medio y superior que existían separados uno de otro como escuelas nacionales. (9)

Justo Sierra, el creador e ideólogo de la nueva Universidad, se proponía “organizar un núcleo de poder espiritual condicionado por el poder político […] la nueva casa de estudios no es un invernadero de una casta de egoístas que vivían en torre de marfil; será creadora, eso sí, de un grupo selecto, pero selecto por su amor puro a la verdad, y por eso sabrá sumar el interés de la ciencia y el interés de la patria. Esos hombres son los que cuentan, son los que tienen voz en la historia, son los verdaderos educadores sociales como Juárez, Lincon y Marx”. (10)

A partir de la referida refundación, la Universidad y la actividad de los universitarios, giraría en varias direcciones; unos se incorporaron como ideólogos y burócratas del gobierno emergido de la Revolución Mexicana; mientras que otra parte significativa de ellos se mantuvo distante y, en no pocos casos, hasta desafiante de la política de los gobiernos posrevolucionarios. Se trató de una oposición de tendencia conservadora, representada por la ideología que provenía de la vieja filosofía positivista de la cual se había alimentado el régimen porfirista.

Independientemente de la tendencia política e ideológica de los universitarios, la Universidad se encontraba bajo el control del nuevo Estado revolucionario del cual dependía en todos los aspectos. No obstante, durante la década de 1910 y 1920 se dieron algunas acciones en pro de la autonomía universitaria para la Universidad Nacional. Sin embargo, no será sino hasta después del movimiento reformista de Córdoba, cuando la tendencia autonomista cundió con mayor énfasis entre los universitarios mexicanos.

Así, en 1921, como resultado del Congreso Internacional de Estudiantes celebrado en México, entre sus resolutivos destacó la implantación de la docencia y asistencia libre, así como la participación de los estudiantes en el gobierno de las instituciones universitarias. Asimismo, el 27 de agosto de 1923, la Federación de Estudiantes de México presentó a la Cámara de Diputados un proyecto de Ley Orgánica que establecía la autonomía. Empero, dicho proyecto se frustró y nunca prosperó. (11)

2.1 La autonomía mediatizada

No fue sino hasta el verano de 1929, luego de un movimiento estudiantil que paralizó todos los planteles de la institución, cuando el Estado mexicano encabezado por Emilio Portes Gil otorgó la autonomía a la que hasta ese momento había sido la Universidad Nacional de México. Sin embargo, se trató de una autonomía mediatizada, esto es, incompleta y limitada, entre otras razones, porque la presidencia de la República se abrogó la facultad de seguir interviniendo en la elección del rector; tenía derecho de veto sobre las sesiones del Consejo Universitario e inclusive tenía la potestad de designar profesores extraordinarios y conferenciantes. (12)

Habría que aclarar que esta determinación por parte del Estado no terminó con los problemas que se venían generando al interior de la Universidad, pues, mientras que la derecha pretendía asegurar su dominio al interior de ésta, afirmando que el deterioro que la institución sufría se debía a lo limitado de la autonomía, los sectores oficialistas, planteaban que aquella debía rescatarse para la causa de la Revolución Mexicana.

2.2 La autonomía plena

La tímida polarización política, ideológica y cultural de fines de los veinte y principios de los treinta, entre las tendencias universitarias conservadoras y oficialistas, se profundizó aún más tras la determinación del hegemónico Partido Nacional Revolucionario (PNR) de reformar el Artículo 3° Constitucional, resolviendo que la educación que se impartiría debería de ser socialista; norma que también fue incluida en el primer Plan Sexenal de gobierno que se aplicaría durante el régimen del general Lázaro Cárdenas.

Este hecho generó de inmediato una amplia polémica entre los universitarios mexicanos, quienes desde agosto de 1933 empezaron a preparar el que sería el Primer Congreso de Universitarios Mexicanos, entre cuyos fines se encontraba el homogenizar las actividades formales de las universidades existentes en todo el país; de la misma manera, se discutiría la problemática social en la que se hallaba la educación universitaria en esos momentos. La idea era transformar la universidad en cuanto a su método y contenidos ideológicos. (13)

Finalmente, el Congreso se realizó entre el 7 y 14 de septiembre del mismo año. A éste asistieron, además de los rectores de las universidades más importantes de la nación, delegados, profesores y estudiantes de 20 entidades del país y como invitados honorarios Abelardo L. Rodríguez y Narciso Bassols, presidente de la República y secretario de Educación, respectivamente. (14)

Aunque los propósitos eran mucho más ambiciosos, el resolutivo nodal de este Congreso fue que la orientación educativa de la Universidad mexicana debería de ser socialista y regirse por los principios ideológicos del materialismo histórico y dialéctico. Dicha resolución se adoptó luego de la histórica polémica que tuvo lugar entre los maestros de la UNAM Antonio Caso y Vicente Lombardo Toledano, defensores de las posiciones conservadores-idealistas y de izquierda-materialistas, respectivamente. (15)

Sin embargo, aquellos que enarbolaban las posiciones universitarias de corte conservador no se resignaron a perder y lejos de asumir los resolutivos del Congreso que adoptaba como suya la orientación socialista en la educación, se opusieron tajantemente a ello y actuaron en consecuencia. De esta forma iniciaron una intensa campaña de ataques, desprestigio e incluso de expulsiones, en contra de maestros y estudiantes que no comulgaban con sus ideas. En esta tesitura, uno de los casos más relevantes fue la expulsión del propio Lombardo Toledano, quien era considerado como el principal ideólogo e impulsor de la educación socialista en la Universidad, así como una correa de transmisión con el gobierno federal.

Será a partir de este momento y aprovechando la autonomía universitaria, cuando la derecha se consolidaría política e ideológicamente en la máxima casa de estudios del país. En otras palabras, hizo de la UNAM su principal bastión opositor, aunque no el único, (16) a las diferentes políticas impulsadas por los gobiernos emanados de la Revolución Mexicana. Así, por ejemplo, ante el proyecto socialista en la educación impulsado por el régimen, éstos enarbolaron la libertad de cátedra e investigación, alentadas por los avances que en diferentes partes del mundo habían tenido las tendencias derechistas y ultraconservadoras.

Este nuevo contexto dio pauta para que en el país y en particular dentro de la Universidad proliferaran o tuvieran presencia diferentes núcleos juveniles de carácter derechista y ultraderechista como fueron la Unión Nacional de Estudiantes Católicos (UNEC), la Confederación Nacional de Estudiantes (CNE), la Acción Católica Mexicana, la Asociación Católica de Jóvenes Mexicanos (ACJM), Los Conejos y La Unión Nacional Sinarquista (UNS), entre otros. Fue en varias de estas organizaciones donde poco tiempo después el Partido Acción Nacional se nutrió de buena parte de cuadros al momento de fundarse en septiembre de 1939. (17)

He ahí el porque con justa razón varios analistas de la vida política universitaria han caracterizado a los años que van de 1933 a 1944 como un período oscuro, conservador y proclive al catolicismo. (18) Todo ello arropado con el discurso de la autonomía y la libertad de cátedra tan exitosamente manejado por las fuerzas conservadoras en esa etapa.

El proceso de polarización entre la Universidad y el Estado se materializó cuando el Congreso de la Unión expidió en 1933 una nueva Ley Orgánica para la casa de estudios, con la cual se otorgó la autonomía plena, esto es, se dejó a la institución prácticamente a su suerte.

En esta dirección el Estado le otorgó a la Universidad como patrimonio propio, los edificios que ocupaba con sus dependencias, escuelas y facultades; la suma de diez millones de pesos con cuyos intereses debería de sostenerse en absoluta independencia económica del Estado y sin injerencia de éste en su vida y actividades, además se le despojaba de su carácter de Nacional. (19)

Al materializarse la autonomía plena lo que enseguida aconteció fue una abierta exacerbación entre los diferentes grupos de poder que se disputaban el control político de la Universidad, misma que prácticamente abarcó los once años en que estuvo vigente la citada autonomía.

Efectivamente, en todo este período hubo múltiples enfrentamientos verbales y hasta físicos protagonizados a veces por estudiantes y profesores de distinta tendencia política e ideológica unos de carácter conservador, socialista o gubernamental; mientras que en otras ocasiones eran generadas por miembros de una escuela o facultad en contra de otra, sin importar la tendencia ideológica. (20) En lo general, lo que siempre estaba en disputa era la dirección de algún plantel y, sobre todo, la rectoría de la Universidad que durante toda la etapa de la autonomía plena se decidía y nombraba a través del Consejo Universitario.

A manera de colofón de esta polémica etapa, es necesario subrayar que la derecha universitaria, no obstante haber tenido el control de la Universidad en por lo menos una década, fue incapaz de construir e instrumentar un proyecto propio para la máxima casa de estudios y desaprovecho dicha circunstancia para forma los cuadros necesarios para su causa.

Esta situación posibilitó que el Estado mexicano que prácticamente había permanecido al margen de la vida interna universitaria, incluso soslayando su responsabilidad histórica que tenía con una institución social tal y como lo mandataba la Constitución de 1917 en su Artículo 3°, la orientación y control de la entonces Universidad Autónoma de México, abrogando la Ley Orgánica de 1933 y aprobando una nueva legislación universitaria adaptada a las nuevas condiciones sociopolíticas imperantes en ese momento en el país.

2.3 La autonomía limitada.

El 30 de noviembre de 1940 el general Lázaro Cárdenas concluyó su mandato habiendo dejado tras de sí un conjunto de reformas sociales en las que la mayor parte de analistas e historiadores, aún extranjeros, han coincidido en que éstas han sido las más avanzadas de la historia nacional. Un día después arribó al poder Manuel Ávila Camacho cuya orientación de gobierno se centró en la mediatización de las conquistas sociales que se habían tenido en el pasado así como contener todo vestigio de movilización social e independiente.

La nueva administración podría ser englobada bajo las siguientes caracterizaciones: La lucha de clases se convirtió en una imaginaria “Unidad Nacional”, la reforma agraria que cobró gran impulso durante el cardenismo y sentó las bases para el desarrollo socioeconómico de la nación, se transformó en una industrialización a toda costa. En síntesis, la efervescencia generada por el discurso posrevolucionario había llegado prácticamente a su fin y en su lugar se impuso una evolución en todos los ámbitos de la vida pública nacional y entre ellos el concerniente a la educación y en particular a la universitaria.

En este nuevo contexto político, el 6 de enero de 1945, en el Diario Oficial de la Federación se publicó la que de facto sería la tercera Ley Orgánica de la Universidad de México en su etapa autónoma, la cual previamente había sido aprobada por el Congreso de la Unión.

En esta ley se restituyó a la Universidad de México su carácter de Nacional que le había sido quitado durante la Ley Orgánica de 1933; se le definió como “una corporación pública –organismo descentralizado del Estado- dotado de plena capacidad jurídica”.(21)Asimismo, se instituyó la Junta de Gobierno como un órgano de autoridad colegiada, integrada por 15 miembros, cuyas funciones serían el designar al rector y a los directores de facultades, escuelas e institutos de investigación que antes recaían en el pleno del Consejo Universitario. Igualmente, fue a partir de entonces cuando estableció en el Congreso de la Unión la obligatoriedad para que el gobierno federal contribuyera al sostenimiento económico de la UNAM por medio de un subsidio anual fijado por el propio gobierno.

La Ley Orgánica de 1945 en la UNAM, que desde entonces ha servido de guía y modelo a la mayoría de las universidades públicas autónomas por ley, forma parte de las tres leyes mexicanas, caracterizadas como fascistas, que fueron expedidas durante el gobierno de Manuel Ávila Camacho. Las otras dos normatividades fueron la creación de los artículos 145 y 145 del Código Penal del Distrito Federal y Territorios Federales que instituyó en México el denominado delito de Disolución Social y, la mutilación al derecho de huelga.

Estamos plenamente de acuerdo con lo asentado por el extinto doctor Mario de la Cueva, quien también fuera rector de la UNAM, cuando afirmó que con la Ley Orgánica de 1945, aún vigente en esta institución: “[…] también se perdieron la idea de democracia y el principio de autogobierno; finalmente, los rectores se subordinaron cada vez más al presidente de la República en turno, hasta convertir la casa de estudios en una dependencia de segunda clase del poder ejecutivo. Los actores de la ley envueltos por una ideología estática y burocrática, destruyeron la base sobre la cual se elevaba la autonomía; la creación de la Junta de Gobierno convirtió a las universidades en un inmenso rebaño propiedad de quince pastores; y se mató el espíritu porque mientras más manso fuera el rebaño, más fácil sería gobernarlo”.

Asimismo, es importante resaltar que con la normatividad de 1945 se abrió una larga etapa de despolitización y pacificación que abarcó cerca de tres lustros. A partir de entonces la situación dentro de la UNAM empezó a cambiar sustancialmente con respecto a la que había existido antes. Así, con la salvedad de aislados y efímeros conflictos estudiantiles que se presentaron durante los tres primeros años de esta etapa, en lo sucesivo y por lo menos hasta finales de los años cincuenta, el panorama político universitario coincidió con la situación de estabilidad económica, política y social que imperaba en todo el país. En esta etapa la Universidad y el Estado establecieron una relación más estrecha, se reconciliarondespués de muchos años de ruptura.

Desde entonces la universidad rescatada de las fuerzas de la derecha se convirtió de facto en un importantísimo espacio de los sectores académicos, estudiantiles y burocráticos identificados con el oficialismo gubernamental y de su respectivo partido el Revolucionario Institucional.

En otros términos, ésta fue una etapa de convivencia pacífica que posibilitó y coadyuvó tanto a la formación como al reclutamiento de los cuadros que el sistema requería para los distintos ámbitos de su funcionamiento económico, político, social, cultural e ideológico.

Pero mientras que gracias a la autonomía universitaria los grupos académicos y estudiantiles afines tanto a la derecha como al oficialismo habían logrado homogenizar, aunque en épocas distintas a la Universidad, en ese lapso la izquierda fue una corriente prácticamente inexistente o poco representativa en el seno de la institución.

No fue sino hasta 1958 cuando la situación de esta corriente empezaría a cambiar cualitativa y cuantitativamente tanto fuera como dentro de la UNAM. En esta tendencia, dos hechos históricos serían fundamentales: la insurgencia social de carácter sindical y estudiantil que hubo en México entre 1958 y 1959 y el triunfo de la Revolución Cubana.

Demasiado rápido, estos y otros factores de índole sociopolítico nacional e internacional empezaron a dejar sus resultados dentro de la UNAM y de otras instituciones públicas autónomas por ley: Un acelerado e inédito proceso de politización del otrora despolitizado y apático sujeto universitario.

Arropados por la autonomía universitaria, en la UNAM, desde los albores de los años sesenta, comenzaron a surgir, desarrollarse, ramificarse y consolidarse multitud de grupos, grupúsculos y periódicos estudiantiles identificados con las orientaciones políticas e ideológicas de la izquierda. En este contexto, los conceptos de socialismo, comunismo, Marxismo-Leninismo, espartaquismo, trotskismo, lucha de clases, burguesía, proletariado, revolución socialista y democracia, entre otros, empezaron a ser de uso común en el medio universitario. A partir de entonces, pues, la Universidad sería uno de los escasos reductos en donde se podía realizar la crítica del sistema político imperante con mayor libertad que en otros ámbitos de la vida pública nacional.

El acelerado proceso de politización protagonizado por los núcleos progresistas y ante todo de la izquierda universitaria (estudiantes, profesores, investigadores, trabajadores manuales y administrativos), tendrá su momento más álgido y ríspido en el verano de 1968, cuando éstos trasladaron sus aspiraciones político e ideológicas en pro de las libertades democráticas y la justicia social en México, al cuestionamiento del régimen político mexicano al que concebían como autoritario, represor y profundamente antidemocrático.

Al respecto de esta protesta es necesario anotar que si bien cierto que fue acabada violentamente por medio de la policía y ejército que dejaron cientos de muertos, heridos y detenidos, lo es también que ésta se convirtió en una especie de parteaguas entre los dos Méxicos: El que había antes de 1968 y el que ha emergido después de ese año axial.

En efecto, como resultado de esta movilización durante los siguientes años se experimentaron cambios significativos en los distintos ámbitos de la vida pública nacional: desde los partidos políticos, hasta los medios de comunicación masiva, pasando por el surgimiento y efervescencia de diversas organizaciones sociales, políticas y culturales.

Igualmente dentro de este nuevo período no sería ajeno el rol que jugaría la universidad y su autonomía, en cuyo seno emergió el sindicalismo universitario de nuevo tipo dado su carácter independiente de la Rectoría y el Estado y su amplia identificación y solidaridad con las luchas democráticas nacionales e internacionales.

La emergencia, desarrollo y consolidación del sindicalismo universitario de nuevo tipo en la UNAM y otras instituciones universitarias de carácter público, pronto entró en contradicción con las formas y conceptos de ejercer la administración, el gobierno e, incluso, de la misma autonomía, una vez que a los trabajadores académicos y administrativos se les negaba sus derechos a la sindicalización, contratación colectiva y huelga con el pretexto de que eran trabajadores de excepción.

La polémica que provocó esta caracterización de los trabajadores universitarios estuvo latente a lo largo de una década hasta que el Poder Legislativo, a instancias del Ejecutivo Federal, legisló sobre las relaciones laborales y profesionales en las universidades autónomas por ley en donde se reconocieron los derechos de sindicalización, contratación colectiva y huelga para los trabajadores académicos y administrativos de este tipo de instituciones. Además de esto, también se legislo sobre la autonomía universitaria. De esta forma, en 1980 se le otorgó a ésta el rango constitucional.

Tras este acuerdo del Congreso que contó con la complacencia de las diferentes fuerzas políticas y académicas de las universidades públicas mexicanas, concluyó de hecho una larga etapa de indefinición y discusión sobre el concepto y alcances de la autonomía universitaria.

Por lo demás, habría que decir que aunque esta medida legislativa fue muy significativa, sus alcances resultaron muy limitados puesto que no cubrieron muchas de las expectativas que el caso requería. Así por ejemplo, en esta normatividad se dejaron prácticamente intactas las formas y estructuras de gobierno impuestas a la UNAM desde 1945 y que han servido como modelo para imponerse en muchas otras universidades públicas del país.

Igualmente, en dicha regulación jurídica nos e abordó el tema de la obligatoriedad por parte del Estado a otorgar el financiamiento a las universidades estatales. Hoy en día, y en no pocos casos, el otorgamiento del presupuesto gubernamental se ha convertido en un verdadero mecanismo de chantaje y sometimiento de las universidades públicas a los gobiernos. En esta tesitura, pues, la autonomía universitaria, pese a contar con rango constitucional, pasa a un segundo término. En otras palabras, lo que muchas universidades quieren es sobrevivir aunque tengan que sacrificar parte o toda su autonomía.

A manera de conclusión

La autonomía universitaria en general y la otorgada a la UNAM en lo particular, independientemente de la serie de vaivenes que ha tenido y al mal uso que en ocasiones han hecho de ella las distintas fuerzas universitarias de tendencia conservadora, oficialista, progresista y hasta de izquierda, ha demostrado las bondades de su justeza a tal grado que se le sigue viendo como un paradigma que da cobijo y permite que en su nombre se manifiesten libre y abiertamente, sin cortapizas y al margen de cualesquier filiación política e ideológica que las mediatice y dogmatice, todas las expresiones políticas, filosóficas, culturales, económicas que se han dado en la sociedad mexicana a lo largo de casi todo el siglo XX y lo que va del XXI. Gracias a ello la UNAM ha logrado las fortalezas que hoy en día se le reconocen y que la han llevado a ser considerada como una de las mejores y más reconocidas en todo el mundo.

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Notas

(*) 1. Doctor en Ciencia Política, Profesor Titular “C” Tiempo Completo en la Facultad de Estudios Superiores Aragón, UNAM. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores Nivel 1, E-mail: elpozoleunam@hotmail.com
(**) 2. Egresado de la licenciatura en Historia por la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH). Coeditor de la Revista Foro Universitariodel STUNAM. Jefe de Información del Semanario Unión, Organo Informativo del STUNAM, Jefe de Información de la Secretaría de Prensa y Propaganda del STUNAM, E-mail: miguelsmayen@hotmail.com
3. Hay que destacar que los antecedentes más remotos de lo que ahora es la UNAM datan desde el 25 de enero de 1553, cuando la Real y Pontificia Universidad de México abrió sus puertas, adoptando el modelo educativo que entonces imperaba en la Universidad de Salamanca, España, la que a su vez había sido fundada 300 años antes. Además de ésta, en la creación de la Universidad de México también habría de influir la Universidad de Alcalá de Henáres o Complutum fundada medio siglo antes. Véase a GÓMEZ SÁNCHEZ, Luis E., “Posibilidades y perspectivas de la futura universidad”, en ZERMEÑO, Sergio, (Coord.), Universidad Nacional y Democracia, Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Humanidades, UNAM/Miguel Ángel Porrúa, México, 1990, pp. 149-162.
4. Al respecto pueden consultarse las siguientes notas informativas: AVILES, Karina, “La UNAM, la mejor universidad de América Latina”, en Anuarios La Jornada, 2004// “La UNAM ubicada entre las cien mejores del mundo”, en Gaceta-UNAM, noviembre 3 de 2005, pp. 1 y 3// GALÁN, José, “UNAM, la mejor Universidad de habla hispana: The Times”, en La Jornada, octubre 6 de 2006, p. 50//.
5. ARISMENDI, Rodney, “Universidad y lucha de clases”, en Cuaderno Universitario, N° 1, Universidad Autónoma de Sinaloa, enero de 1973, p. 12.
6. RIVAS ONTIVEROS, José René, El proceso de politización y formación de liderazgos estudiantiles de izquierda en la UNAM (1958-1972), Tesis (Doctorado en Ciencia Política), FCPyS, UNAM, 2004, p. 42.
7. Ibid, pp. 42-43.
8. Para mayores referencias sobre este movimiento pueden consultarse los siguientes trabajos: RUIZ CASTAÑEDA, María del Carmen, La Universidad libre (1875). Antecedentes de la Universidad Autónoma, 3ª edición, Cantera Verde, México, 1999, 35 pp.//BAUTISTA CRUZ, Adalid, La lucha por la autonomía universitaria, Amicus Potens, A.C., México, 1986, 186 pp.//GUEVARA NIEBLA, Gilberto, (compilador), Las luchas estudiantiles en México, T. 1, coed. Editorial Línea/UAG/UAZ, México, 1983, 407.pp.
9. Los planteles superiores que inicialmente integraron el núcleo universitario fueron las escuelas nacionales Preparatoria y las de Jurisprudencia, Medicina, Ingeniería, Bellas Artes y Altos Estudios.
10. El discurso completo del maestro Justo Sierra puede ser consultado en PINTO MAZAL, Jorge, La autonomía universitaria. Antología, UNAM, México, 1974, pp. 37-49.
11. Ibid, pp. 123-125.
12. DROMUNDO, Baltasar, Crónica de la autonomía universitaria, Jus, México, 1979, p. 106.
CONTRERAS PÉREZ, Gabriela, Los grupos católicos en la Universidad Autónoma de México (1933-1944), UAM, México, 2002, p. 48
13. Ibid, p. 49.
14. LOMBARDO TOLEDANO, Vicente, Idealismo vs. materialismo, Universidad Obrera de México, México, 1963, 178 pp.
15. Por ejemplo en la Universidad de Guadalajara, el proyecto educativo gubernamental encontró una fuerte oposición de las fuerzas más conservadoras de esa institución, las que finalmente optarían por autoexcluirse de aquella y fundar la Universidad Autónoma de Guadalajara, desde entonces controlada por el grupo ultraderechista conocido como Los Tecos.
16. CONTRERAS PÉREZ, Gabriela, Los grupos…, Op. Cit. pp. 15-28
17. Por ejemplo, Gilberto Guevara Niebla, en CONTRERAS PÉREZ, Gabriela, Los grupos…, Op. Cit. p.18.
18. Diario Oficial de la Federación, octubre 23 de 1933.
19. ORDORIKA, Imanol, La disputa por El Campus. Poder político y autonomía en la UNAM, CESU, UNAM/Plaza y Valdéz, México, 2006, pp. 78-83.
20. Fragmento del artículo primero de la Ley Orgánicade 1945 de la UNAM.
21. DE LA CUEVA, Mario, “Los derechos laborales en la UNAM”, Excélsior, agosto 21, 22 y 23 de 1976.