Temas de Actualidad



LOS JÓVENES EN EL SIGLO XXI

Maestra Ana de Gortari Pedroza*
Doctor Rafael Cordera Campos*

El estudio, la reflexión y, en su caso, la propuesta de políticas públicas a propósito del tema o la cuestión juvenil en México, es de absoluta actualidad. Entre los 14 y los 29 años, ese sector de la población representa alrededor de la tercera parte de los habitantes de México. Pero si se le agregan los que son un poco menores o mayores, entonces el fenómeno en términos demográficos adquiere mayor importancia y trascendencia.

No podemos decir aquí que no existan programas ni mucho menos instituciones dedicadas a atender a la juventud. Pero sí podemos sugerir la hipótesis, que cuando aquellos son puestos en acto, lo que se detecta, prácticamente en la primera instancia, es que no existe coordinación alguna entre ellos.

El asunto está tratado en el Plan Nacional de Desarrollo que presentó en sus inicio el actual gobierno federal. El Instituto Mexicano de la Juventud no solamente ha elaborado programas y propuestas sino que, a la vez, ha realizado, conjuntamente con otras instituciones, como el INEGI, una Encuesta Nacional de Juventud que, por sí sola, es un gran avance para el país. Hasta se podría aceptar que existen las “variables” principales para el desarrollo de políticas públicas y de Estado para atender a un número tan significativo de habitantes.

Lo que resulta verdaderamente difícil es aceptar que las cosas a los jóvenes les van bien. Más aún, queremos subrayar que tanto el Estado como la sociedad tenemos una deuda muy importante respecto de esas franjas sociales y que es necesario empezar a pagar ahora y de manera urgente. De otro modo: no queda mucho tiempo para saldarla.

Con el título “La juventud mexicana en el siglo XXI“, los doctores Juan Ramón de la Fuente, Rector de la Universidad Nacional Autónoma de México y Jaime Martuscelli, en el momento de su publicación Secretario de Servicios a la Comunidad Universitaria de la misma institución, dan cuenta de las estadísticas básicas que caracterizan la existencia de la juventud en México y sus proyecciones.

Lo hacen desde lo que es, al parecer, el mejor laboratorio para pensar en esas franjas sociales. El hecho de aglutinar de manera organizada al mayor conjunto de jóvenes en el país, de diverso origen geográfico-regional, económico, social y cultural, hace de esta institución, en gran medida, un reflejo de la complejidad que caracteriza a las franjas juveniles de México (La juventud mexicana en el siglo XXI. Juan Ramón de la Fuente y Jaime Martuscelli, Economía Exterior # 19, 2001-2002. Madrid, España).

Las estadísticas que en este apartado presentamos se encuentran de manera más detallada y analizadas en el estudio citado. El Censo general de Población y Vivienda de 2000 encontró 97.5 millones de personas:

30% entre 15 y 29 años y la edad media de la población la ubicó en los 26.8 años.

De 23.9 millones en 1990, la población de entre 15 y 29 años pasó, para el año 2000, a 29.3 millones. El Consejo Nacional de Población, considera que este grupo de edad durante la primera década del siglo empezará a decrecer a partir del año 2010.

En términos de la distribución de la población nacional, se registra un mayor número de mujeres (51.2) que de hombres (48.8).

LOS JÓVENES, EL EMPLEO Y LA SALUD

La participación de los jóvenes de 15 a 29 años en la población económicamente activa llega a ser de 15.7 millones (58.6%). Las mujeres representan la tercera parte. En el resto (41.4%) las mujeres alcanzan los 8.3 millones ante 2.8 millones de varones.

“Sin embargo, dicen De la Fuente y Martuscelli, dentro del grupo de población joven, particularmente en el de 15 a 24 años, el elemento más dinámico en la década anterior fue la mujer, quien pasó de tener una participación en la PEA del 34.5% en 1991 a 37.1% en 1998. Considerando sólo este grupo de edad, la participación de la PEA fue de 54%, debido a que del grupo de 15 a 19 años un porcentaje importante (38.4% de 10 millones) se encontraba todavía en el sistema educativo. De la población de 25 a 29 años su permanencia en la escuela era mínima, el 2.3%“.

Por la situación económica que ha vivido el país a lo largo de los años, por las crisis recurrentes y por una política económica y social que no genera empleo, los jóvenes son el sector social que más ha sufrido las consecuencias. Quienes se ubican en las edades entre 15 y 24 años, tienen la tasa de desempleo más alta que todos los demás. En los años noventa fue de 4.8% y llegó a su máximo con el 8.3% en el año de 1995. La pérdida permanente de empleo en los primeros tres años del siglo XXI, ha afectado sobre todo a los jóvenes quienes reclaman, año con año, la apertura de aproximadamente 1 o 1.2 millones de plazas nuevas.

Llama la atención y preocupa que los jóvenes desempleados cuentan con un mayor nivel de escolarización que el total de los jóvenes que forman parte de la población económicamente activa. El 42% de los primeros tiene estudios subprofesionales, de preparatoria o superiores, y de los segundos solamente el 29% alcanza ese nivel de educación.

En términos generales, los hombres de entre 15 y 29 años se emplean como agricultores (23%), artesanos y obreros (20.4%) y ayudantes de obrero o aprendices (12.5%). En el caso de las mujeres, el 19.5% se emplea vendedoras o dependientas, 16.5% como oficinistas y 15.4% como artesanas y obreras.

El 16.5% de los jóvenes de entre 15 y 29 años no reciben remuneración en forma de salario, de ellos el 72% recibe tres o menos salarios mínimos y con eso no es posible enfrentar las necesidades básicas para salir adelante. Aquí radica parte importante de la explicación acerca de la migración, particularmente a los Estados Unidos de Norteamérica. Se calcula que el total anual de los que se van al extranjero es de 300 mil personas y de ellas el 72% es menor de 29 años.

Las infecciones respiratorias agudas son la causa principal de morbilidad hospitalaria entre los jóvenes. En 1988 el total de casos fue de 2.8 millones, que equivale a una tasa de incidencia de 143 por cada 1000 personas entre los 15 y los 24 años de edad. Los padecimientos intestinales arrojan tasas de 31, 11 y 6 casos por cada 1000 jóvenes. Estos datos dan cuenta de condiciones de salud que caracterizan a la pobreza.

El VIH o sida afectó a 13 mil 320 jóvenes de entre 15 y 29 años de edad (1983-99) lo que representa el 31.1% de la población afectada. Entre los 25 y 29 años de edad se encuentra el grupo más afectado o de mayor incidencia de la pandemia y equivale al 19.9%. En el grupo de 20 a 24 años se registra una frecuencia de 10.1%. En cada 10 casos, ocho corresponden a hombres y dos a mujeres. Entre otras, el hecho de que aparezcan más casos en la medida en que avanza la edad, significa que el contagio sexual se da en las primeras experiencias, lo que afecta el desarrollo de la vida, en diferentes aspectos.

La fecundidad ha estado disminuyendo en México. La disminución en el promedio de hijos por mujer da cuenta de ello: pasó de 2.9 en 1994 a 2.4 en 2000. En el caso de las mujeres de entre 15 y 29 años, el promedio de hijos nacidos vivos es cercano a uno. Del total de mujeres con estas características, el 42.4% tiene uno o más hijos. La mayor cantidad de nacimientos se da en las edades de entre 20 y 24 años. 8% de las mujeres tuvo su primer hijo antes de cumplir los 19 años y son madres solteras y el 55% de éstas no utiliza ningún método anticonceptivo.

Conforme existe mayor nivel de instrucción o nivel educativo, disminuye el número de hijos por mujer, al margen del grupo de edad. La diferencia en promedio entre estos dos grupos es de 1.4 hijos. Y la diferencia, también entre estos dos grupos, en el uso de métodos anticonceptivos es de 39.5%.

Los accidentes resultan ser la principal causa de muerte entre los que tienen entre 15 y 29 años, tanto para mujeres como para hombres. Pero la tasa mortalidad masculina es superior en más de cinco veces que la femenina. Para los hombres es de 56.9 y 10.1 para las mujeres por cada 100 mil personas.

Las principales causas de muerte para los hombres son el homicidio y el suicidio (35 y 9.2 por 100 mil). En el caso de las mujeres son los tumores malignos y padecimientos asociados a la maternidad (7.1 y 5.4).

I. LOS JÓVENES Y LA EDUCACIÓN

Para el año 2000, el 96.9% de quienes tenían entre 15 y 29 años sabía leer y escribir, su promedio de escolarización fue de casi nueve años, que es un dato que muestra que es superior en 2% a la media nacional.

La desigualdad que caracteriza a nuestro país tiene su traducción en el tema educativo. De entre quienes tienen ente 15 y 29 años de edad, solamente asiste a la escuela el 45%. De los que cuentan entre 20 y 24 años, sólo poco más del 20% asiste a una institución educativa. Por si hiciera falta, para reconocer el desastre, en el caso de quienes tienen entre 25 y 29 años es apenas el 5% el que se encuentra estudiando, en plena era del conocimiento y la educación permanente.

En el caso de la matrícula de la educación media superior en el año 2001, los doctores De la Fuente y Martuscelli nos dicen que, fue de 3.1 millones, equivalentes a la tercera parte del grupo de 15 a 19 años. En dicho nivel de la educación es donde se encuentra el 93.3% de aquellos que terminan sus estudios de secundaria, apenas el 51.3% logra terminar estos estudios.

Algo parecido sucede en el siguiente nivel, el de la educación superior. Ahí predominan quienes pertenecen al grupo de entre 20 y 24 años que incorporó en el año 2001 el 23.9% del total. Además, se calcula que sólo alrededor del 50% logra titularse.

Uno de los graves problemas que se expresa en las estadísticas que aquí estamos presentando es el que se refiere a quienes, por diversos motivos, dejan de estudiar. Se calcula que en el presente son 32 millones de personas mayores de 15 años los que no alcanzan la escolaridad correspondiente a los nueve años y 44 millones los que no lograron terminar la educación media superior.

Los retos presentes y futuros en el terreno educativo exigen talento e imaginación. Si a estas expresiones cuantitativas se agregan las características que señalan que para franjas numerosas e importantes de jóvenes la política y los políticos, las leyes y los poderes de la Unión, entre otros, les merecen poca importancia, entonces el diseño de las políticas públicas respectivas se convierte en una exigencia inmediata para los responsables de ellas.

II. CONDICIONES MÍNIMAS PARA UNA POLÍTICA JUVENIL EXITOSA

A continuación presentamos una serie de ideas y propuestas que creemos pueden servir para reiniciar o continuar un debate que no ha logrado todavía acceder con el rigor y la fuerza que requiere, tanto en los medios de comunicación como en la voluntad política de los poderes tanto Ejecutivo como Legislativo. No, por lo menos en materia de políticas y acciones coordinadas e impresas de la fuerza institucional que reclama.

1º. Por principio de cuentas, es vital reconocer que en años anteriores y, particularmente en el sexenio pasado, se hicieron grandes esfuerzos para que se asumiera oficialmente que el poder público desarrollaría políticas específicas de atención a la juventud. En esa medida, la iniciativa del Poder Legislativo para aprobar una ley de juventud y su respectivo Instituto constituyeron un punto de arranque, que abrió la oportunidad de empezar a saldar algunas deudas con ese sector.

2º. Toda vez que la ley y la creación del Instituto ocurrieron prácticamente en el último año de ese sexenio (el del doctor Zedillo), poco se habrá podido hacer y aún menos conocer de los avances que en esta materia ha habido. De cualquier modo, la existencia de la ley y el Instituto siguen siendo fundamentales para potenciar una política exitosa para los jóvenes.

3º. Quizá esto no sea suficiente (como se puede demostrar a lo largo de estos cuatro años) pues existe un factor que habrá que considerar, para que lo poco o mucho que se haya hecho en esta materia hasta ahora pueda tener un mayor peso. Se trata de que el titular del poder Ejecutivo, quien quiera que sea después del 2006, sea el que impulse dichas políticas, a fin de que su compromiso signifique al mismo tiempo el compromiso del conjunto de la administración pública, particularmente de los secretarios de Estado y las oficinas que ellos dirigen.

4º. Esto es necesario, pero los poderes, tanto el Ejecutivo como también Legislativo, pueden ir más lejos. Es perfectamente posible que en la circunstancia actuales los gobernadores de los estados se convenzan de la terca y agresiva realidad que sufren los jóvenes mexicanos, la tercera parte de la población actual, y se sumen a un proyecto ambicioso y se establezcan y coordinen las políticas públicas más pertinentes. Esto puede ocurrir si también se incluye como interlocutores a los partidos políticos.

5º. En este tenor, un esfuerzo adicional, pudiera consistir en conseguir una participación decidida y comprometida de los organismos empresariales, sindicales, de carácter civil, etc., pues de lo que se trata es de construir un gran acuerdo nacional, que se traduzca en políticas de Estado para los jóvenes.

6º. La pirámide poblacional, su estado actual y la dinámica de los próximos años, indican que la fuente más importante de las necesidades que se generarán en diferentes campos está radicada en los jóvenes.

7º. Lo anterior es importante porque así debe de ser considerado dentro de los planes de desarrollo, los programas de política social, es decir, de educación, salud, vivienda y empleo.

8º. Otro aspecto importante que debe atenderse es que una vez definida y acordada una política juvenil de Estado, particularmente en los terrenos de su aplicación, debe estar lejos de ser dirigida de manera centralizada. Deberá aprovechar los aires que soplan a favor de la descentralización de la vida nacional e instalarse en los terrenos de las políticas regionales, estatales y municipales, es decir, real y plenamente de manera nacional.

9º. Es cierto que el Instituto Mexicano de la Juventud es un organismo de coordinación intersecretarial cuya cabeza de sector es la Secretaría de Educación Pública. Quiere decir entonces que su función es establecer la coordinación y las sinergias entre las actividades que en materia juvenil realizan las diferentes secretarías de estado. Pero también parece ser igualmente verdad que, como han señalado algunos expertos, es indispensable que al respecto se cumpla el mandato de la ley y los representantes de cada secretaría reconviertan sus funciones, pasando a dar cuentas claras de lo que cada instancia involucrada ha hecho, hace y hará en materia de atención a la juventud.

Hasta aquí se le ha presentado al lector un resumen estadístico, que da cuenta clara de la difícil situación que viven los jóvenes mexicanos en materia de sus mínimos de bienestar. Es decir, en lo que concierne al empleo, la educación, la salud, etcétera. Además, unos puntos o temas de discusión que apuntan hacia el encuentro de programas y políticas públicas que remedien la falta de atención que hasta ahora han sufrido los mexicanos de entre 14 y 29 años (y seguramente algunos más, mayores que ellos).

Dichos puntos persiguen también encontrar a los sujetos, no solamente ni necesariamente jóvenes, que pueden y deben ser o convertirse en verdaderas plataformas de lanzamiento de nuevas y necesarias políticas de Estado. De conseguir, por lo menos, la mínima interlocución; a partir de aquí se establece el compromiso de volver a las páginas FORO UNIVERSITARIO, si así lo deciden sus editores. Que sea para bien.

BIBLIOGRAFÍA

Censo General de Población y Vivienda. INEGI. 2000.
Juan Ramón de la Fuente y Jaime Martiscelli, La Juventud Mexicana en el Siglo XXI. Economía Exterior# 19, 2001-2002. Madrid España.
México Joven. Políticas y Propuestas para la Discusión. Ricardo Becerra, Rafael Cordera y José Luis Victoria, Coordinadores. Universidad Nacional Autónoma de México, 1996.
Los jóvenes Mexicanos. Evolución y perspectivas. Facultad de Economía-UNAM, 2000.

 

*Maestra en Economía IIE-UNAM
*Doctor en Economía IIE-UNAM