ARTE-CULTURA Signos
Corrosivos
Hipertexto:
César Horacio Espinosa Vera La importancia de la nueva telaraña electrónica, cuyo modelo expresivo es el Internet, hace necesario abordar su impacto como una nueva matriz en la cultura y en el ámbito literario de los tiempos que vivimos. Esto nos lleva a exponer un recuento de planteamientos y posturas que versan sobre este nuevo libro y esta nueva imprenta. Se ha dicho que la historia de la comunicación literaria puede ramificarse en cuatro períodos a partir de los medios de "contacto" utilizados: difusión oral, (manu)escrita, impresa y, ahora, digital. Durante las dos primeras fases era casi irrelevante la noción de autor. Será hasta el desarrollo de la imprenta cuando la figura del autor irrumpiría con toda su fuerza, como también la del artista individual. En nuestro momento, comienzan a darse indicios de que la era del autor está ya entrando en declive, cuando el universo de la Internet se lee de otra manera. Se habla cada vez con más fuerza de que el emisor y receptor se entrecruzan en una nueva categoría, la del "escrilector" (Enric Bou)(1). La forma general de la escritura electrónica tiene a su vez un nombre: se llama hipertexto, nos dice Piscitelli(2), que es intervenido y puede ser reordenado por cada nuevo lector. El advenimiento de la digitalización transforma el soporte de lo escrito, así como sus modos de acceso. Con sus redes de lexias interconectadas, su trama de rutas alternativas (contrapuestas al sentido unidireccional del texto impreso, y su giro de páginas), el hipertexto entraña una tecnología radicalmente diferente, interactiva y con múltiples voces. Desde la perspectiva de la notación escrita resulta acertado considerar que una mayor especialización en el modo de comunicar se relaciona directamente con un mejor conocimiento de un determinado entorno. De esa suerte, la especialización lingüística se impuso a otras con un menor desarrollo lingüístico facilitando la creación de formas culturales más perfeccionadas (3). Esa misma complejidad provocó la necesaria acumulación de hechos culturales, a través de un mayor desarrollo en el conocimiento humano, las artes y las ciencias. En ese contexto, el libro necesariamente habría de ser la mejor herramienta de almacenamiento cultural, principalmente en cuanto abría la posibilidad de conjuntar en sus páginas lo concreto y lo abstracto.
La misma linealidad del libro, que encerraba un discurso único e inmutable, sería el instrumento esencial para los autores, que lo consagraron como la mejor manera de preservar sus pensamientos. Característica que dotaba a sus escritos de la posibilidad de introducir la intencionalidad, lo que hizo del libro uno de los principales ejes constitutivos de las culturas dominantes. Se llegó a una pretendida unificación del saber, e incluso del espíritu. Valga recordar cómo el libro alcanza su culmen espiritual cuando Yavhé o Alá dictaron los libros sagrados a sus profetas. Estos libros únicos traían consigo únicas verdades y, con ellas, un único poder cuyo centro intelectual y espiritual giraba en torno a las grandes bibliotecas, poseedoras de todo lo que en aquel tiempo se consideraba conocimiento(4). La escritura ordinaria es secuencial desde dos registros y sentidos. En ella sigue vigente su ancestral matriz oral, porque viene de los actos de habla, que son secuenciales, además de que su actual recipiente, los libros, es útil sólo en función de su estructura secuencial, aunque eventualmente podamos darles una lectura a saltos. En la intimidad de la mente, como aseguraba V. Bush (“As we may think”), la estructuración de las ideas de ninguna manera es secuencial sino que forma un retículo prácticamente inexplotable, insuturable. Así lo vería Joyce y trataría de capturarlo en sus universos narrativos, y también Mallarmé en su Golpe de Dados. Pero cuando escribimos nuestra tendencia básica es tratar de ligar todo con todo. A despecho de ello, discurre con sorna Piscitelli, no deja de ser sorprendente que nosotros –sobre todo los más bibliófilos e inmersos en la cultura del libro- casi siempre hemos hablado en forma hipertextual, sin saberlo(5). Entonces, no importa que tales operaciones “naturales” que desde siempre nos sirven para “pensar en voz alta” o dialogar entre los recovecos y meandros de cualquier plática normal, esas pautas que conectan tomen ahora los nombres de exploración de paths, establecimiento de links, browsing, etcétera; no viene a ser sino un cambio de nomenclatura que recoge lo que los novelistas y otros expertos en la narración dialogada siempre han hecho mediante sus florituras verbales escritas.
Esto es, el almacenamiento magnético y los displays visuales nos liberan de la necesidad de organizar secuencialmente la información, lo cual hará posible que las viejas estratagemas literarias adoptadas por algunos escritores para lidiar con las dificultades de la secuencialidad sean cosa del pasado y ahora tengamos ventajas enormes ventajas para inscribir, registrar nuestras ideas y vivencias (como quizás alguna vez significó la máquina de escribir, aunque en una escala enormemente menor). Como sabemos, el hipertexto fue concebido en 1945, nació en los 60 y fue creciendo morosamente en los 70, para adquirir un paso más rápido específicamente después de 1985, hasta volverse en un campo plenamente establecido en 1989. Al no ser secuenciales los hipertextos, descartan sin más un orden de lectura preestablecido. Vista desde el punto de vista del espacio narrativo, esta opción implica que es posible abrirse a una gran cantidad de lecturas posibles. El autor dispone de una enorme variedad de espacios alternativos a recorrer, los cuales, por su parte, el lector decidirá finalmente a través de cuál o cuáles transitar. Entre los antecedentes más elaborados del modelo hipertextual disponemos de la estructura reticular del laberinto borgeano, que se contrapone a la escritura líneal de las fábulas aisladas de la narrativa tradicional. Antes del advenimiento de la hipertextualidad electrónica, la desconstrucción de la necesidad ficcional era lo más lejos que se podía ir en la crítica a la clausura de la ficción instaurada por los modelos físicos de un hipertexto deseado como Borges.
Esto habría que explicarlo en términos de que los cuentos de Borges no son textos sino obras, aun cuando son formalmente inestables; pero siguen siendo producciones materiales limitadas por la inmutabilidad del medio (la página impresa) y por la práctica social (la demanda de copyright), explica Piscitelli. Por ende, en cuanto a su construcción tradicional, la práctica del hipertexto cuestiona el precepto narrativo que nos hace abordar los incidentes literarios en calidad de anticipaciones cuya coherencia finalmente se alcanzará, es decir, que la metáfora se realiza a través del desplazamiento que sigue por una cadena de metonimias: el final se conecta con el principio transformándolo, a través de las páginas intermedias, aún no leídas. Frente a lo anterior, no se leen hipertextos buscando argumentos. El texto digital, concebido como un espacio navegable, no es equiparable a la obra construida como un camino prefijado de lecturas. La idea de totalidad que como requerimiento de existencia impone la narrativa convencional hacía necesaria una cadena de lazos particulares, cuya secuencia constituía lo narrado; pero en el hipertexto prescindimos de la metáfora y su encadenamiento metonímico privilegiado. Antes bien, en el hipertexto las metáforas le permiten al lector construir una gran cantidad de posibilidades, aun cuando no hayan sido previstas por el diseñador del texto. Los hipertextos están aplicando de forma radical la teoría literaria posestructuralista, convirtiéndola en una cuestión de práctica textual generalizada. Como ha pregonado esa corriente, cualquier elemento del discurso escrito, sea el memorándum corporativo o la novela profética, está abierto a una desconstrucción in situ. Desde que todo texto escrito puede relacionarse con cualquier otro según una matriz de información descentrada, en la perspectiva de la desconstrucción y del hipertexto, la tradicional separación entre textos de una clase (estéticos o de creación) y textos de otra (anti o paraestéticos) igualmente cae en pedazos.
Por ello es que los debates críticos acerca de lo estético-literario comienzan a adquirir un peso y un impacto significativos en el futuro de los sistemas de información. El hipertexto parece responder a las últimas tendencias de la filosofía que insisten en el diálogo y la interacción; se abandonan o critican nociones tales como centro, margen, jerarquía y linealidad o secuenciación discursiva. Se piensa en intervención multilineal, redes, nexos, nodos. El lector activo de Iser o Eco elige en el hipertexto sus propios finales y trayectos. Hay quienes auguran que el autor queda sin control de su obra. Otros insisten en que siempre es rastreable la traza al menos de quien decidiera una vez dirigir la palabra a otros. Además, la literatura hipertextual permite la creación colectiva. Susana Pajares Toska señala dos tipos de ficción hipertextual que ya están en la red, que a propuesta de Michael Joyce muchos autores distinguen como "hiperficción explorativa" e "hiperficción constructiva". La hiperficción explorativa tiene un solo autor y la constructiva tiene muchos, requiriendo una colaboración por parte de cada lector y borrando los límites autor-lector(6). La hiperficción constructiva o autoría en colaboración funciona como las IRC o Internet Relay Chat, que son "charlas" por escrito a través de la red en las que varias personas pueden comunicarse simultáneamente. La hiperficción explorativa tiene un solo autor, pero el lector decide qué nexos desea establecer en cada momento, lo que aproxima los papeles autor-lector pero no los confunde puesto que el lector selecciona entre los nexos propuestos por el autor. Hasta aquí venimos hablando sobre las repercusiones culturales y literarias del texto electrónico. Será conveniente también retomar sus aspectos técnicos para avanzar en sus posibilidades y potencialidades en relación al trabajo artístico. El primer sistema de hipertexto real fue el HES (Hypertext Editing System), construido en Brown University, en 1967, por Andries van Dam. El primer hipertexto de uso comercial, Guide, de OWL, recién apareció en 1985 desarrollado para Unix en la Universidad de Kent y luego llevado a la plataforma Apple Macintosh, en 1986(7); la distribución gratis por parte de Apple de cerca de dos millones de copias de Hypercard hizo que se conociera ampliamente la palabra hipertexto. El primer sistema de hipermedio real fue el Aspen Movie Map, desarrollado en el MIT por Andrew Lippman y sus colegas, en 1978. En este sistema se trasladó la entera ciudad de Aspen (Colorado) para crear un mapa virtual de la misma, en donde se relacionaban cada una de sus calles; el usuario podía moverse a través de la ciudad mediante dicho sistema. Se utilizó el dispositivo "joystick" para realizar las funciones de adelantar, retroceder, subir y bajar. Entre 1985 y 1990 se desarrolló Intermedia, en Brown University, que introdujo el concepto de anclas. Intermedia fue un sistema multiusuario basado en la arquitectura cliente-servidor, que combinaba características de hipermedios con facilidades de recuperación de información, tales como búsquedas de texto y entradas a diccionarios Intermedia. Solo podía funcionar en Apple bajo Unix y desapareció en 1990, debido a la falta de fondos para llevarlo a una nueva versión que funcionara bajo los nuevos sistemas operativos. El gran momento de popularidad del paradigma hipertexto ocurriría en 1987, cuando Apple decidió incluir en sus computadoras un sistema para desarrollar aplicaciones stand alone, HyperCard, con un lenguaje muy poderoso orientado a objetos llamado HyperTalk. Ese mismo año, la ACM organizó la primera conferencia, en la Universidad de North Carolina, dedicada exclusivamente al intercambio de investigaciones en tecnología hipertextual. A partir de entonces, muchos sistemas y productos se han desarrollado para la autoría de hiperdocumentos en varias plataformas. Pero sería en 1991, en el marco de la Conferencia de ACM Hypertext, cuando quedó demostrado lo que vendría a ser la World Wide Web. Su avance se demuestra realmente hacia 1993, cuando el National Center for Supercomputing Applications (NCSA) libera el producto Mosaic, un navegador con interfaz gráfica y de manipulación directa. Conceptualmente, el hipertexto puede utilizar soportes abiertos -on line- o cerrados -off line-, para interconectar información principalmente verbal. Un sistema multimedia está constituido por un conjunto de informaciones representadas en múltiples materias expresivas -texto, sonido e imagen estática o en movimiento- y codificadas digitalmente, registradas en un soporte cerrado o off line, como por ejemplo el CD-ROM o el DVD.(8) Los sistemas hipermediáticos pueden favorecer más a los procesos de comunicación interactiva que a los de información o de lectura, entendiendo que tienen la potencialidad -en tanto que utilizan soportes abiertos- de vehicular eficazmente información multimediática interconectada en los dos sentidos del esquema comunicativo. Según esto, el hipermedia es el lenguaje que habría de utilizar el nuevo medio de comunicación interactivo por red, que se define como "Netmedia".
En la literatura aparecen muchas veces, de forma indiscriminada, los términos hipertexto, sistemas hipertexto e hiperdocumento, que se refieren a objetos distintos y para lo cual es conveniente presentar las definiciones siguientes: Hiperdocumento. Es el contenido de información que incluye los fragmentos de ésta y las conexiones entre esos fragmentos, sin preocuparse por el sistema utilizado para leer o escribir tal documento. Sistema hipertexto. Es una herramienta de software que permite leer y escribir hiperdocumentos. Este sistema no contiene un hiperdocumento. Hipertexto. Es un sistema hipertexto que contiene hiperdocumentos. Hiperespacio. Es el término que describe el número total de locaciones y todas sus interconexiones en un ambiente hipermedial.(9) Según Landow et al, 1991, el hipertexto es una forma distinta de literatura definida como: "como el uso del computador que trasciende la linearidad, límites y calidad fija de la tradicional forma de escritura de texto". Según Conklin, 1987, se dice de hipertexto: "son ventanas, en una pantalla, las cuales son asociadas a objetos en una base de datos, y enlaces provistos entre estos objetos, tanto gráficamente (iconos etiquetados) como en la base de datos (apuntadores)". En publicaciones menos formales, como Byte, 1988, se da la siguiente definición: "hipertexto, en el nivel más básico, es un manejador de base de datos que permite conectar pantallas de información usando enlaces asociativos. En un nivel mayor, hipertexto es un ambiente de software para realizar trabajo colaborativo, comunicación y adquisición de conocimiento. Los productos de este software emulan la habilidad del cerebro para almacenar y recuperar información haciendo uso de enlaces para un acceso rápido e intuitivo". Para Balzer et al, 1989, hipertexto es: "una base de datos que tiene referencias cruzadas y permite al usuario (lector) saltar hacia otra parte de la base de datos, si éste lo desea". En esta definición se clarifican algunos puntos de interés sobre hipertexto, como señalar que es una base de datos. Entonces, la información no consta de grupos de bytes sino que la encontramos estructurada y de tamaño considerable, características similares a muchas bases de datos. Sin embargo, aquí la acción típica permitida al usuario es la de saltar entre las partes de la base de datos. Esto es diferente a la típica utilización de las bases de datos, donde la obtención de información se realiza a través de queries. Según Rada, 1991, el término hipertexto: "se relaciona con el término 'espacio hiperbólico', debido al matemático Klein, en el siglo XIX. Klein utilizó el término hiperespacio para describir una geometría de muchas dimensiones; por lo anterior, se puede deducir que hipertexto es texto multidimensional, considerándose el texto como una estructura unidimensional". Al mismo tiempo, los nodos y los nexos son las dos técnicas claves del Texto Multilineal. Los nodos, es decir, los fragmentos de textos o lexias, son la base obligada del Texto Multilinear. Solo así es posible establecer en forma correcta los múltiples nexos necesarios para construir las multilíneas y romper la unilínea. El nodo, entendido primordialmente como fragmento de texto, proporciona la capacidad de poder ser conectado en cualquier dirección con otro nodo. Está claro que por fragmento de texto se entiende también fragmento de voz, de animación, de gráfico o de video. El uso de estos diferentes lenguajes multimedia en forma hipertextual los convierte en Hipermedia.(10) Por tanto los nodos y los nexos son a su vez la base del tercer elemento o técnica del hipertexto: los trayectos, navegaciones o multilineas, es decir, las secuencias unilineales de nodos conectados entre sí por nexos a partir de un concepto o criterio de navegación común (semántico, funcional). No hemos de confundir, por tanto, el nexo material entre una lexia y otra con el criterio de navegación que los organiza. El trayecto o navegación es la clave de la hipertextualidad, en cuanto incluye en su definición los nodos, los nexos, el criterio de navegación (o conocimiento) que los organiza, y el carácter obligatorio de multiplicidad. Por esto, se define al hipertexto como la capacidad técnica de representar los conocimientos en forma de trayectos, navegaciones o multilíneas sobre la base de fragmentos de textos y nexos.(11) Entre las características más importantes del hipertexto tenemos las siguientes:
Según lo antes visto, será necesario aprovechar la lógica
con la cual funciona la red. La red constituye la estructura sobre la
que se manifiesta el hipertexto, es decir, donde vamos a escribir y —ubicándonos
desde la perspectiva de la recepción— a través de
la cual se va a acceder a lo escrito.
Una primera experiencia de intertextualidad electrónica puede fácilmente culminar en desilusión. Estaremos ante una gran cantidad de ruido (noise), una plétora de palabras inútiles, bits de más o de menos, variaciones azarosas y señales espurias. Envíos de pesados archivos binarios que bloquean nuestra casilla de correo electrónico. Al ingresar a nuestra primera lista, toleraremos alguna injuria (flame) o quizás el silencio absoluto de todos los co-listeros. O bien todo lo contrario, cumpliremos con la etiqueta de la forzada ascesis del ancho de banda, entablaremos amistades, contrincantes formidables, alguna sensibilidad, acaso alguna mente brillante. Pero, por sobre todo: escribiremos.
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