Número 20                                         Época IV                              Marzo-abril 2011


EL PORFIRIATO

Ariadne Alonso González

Aunque estaban prohibidas todo tipo de huelgas, de 1881 a 1911 ocurrieron unas 250.

Desde 1905 la situación de los trabajadores se agravó y el número de huelgas aumentó. Sólo en 1907 hubo 25 huelgas de gran envergadura en la República.

Introducción

Se conoce como régimen porfirista la etapa de la historia de México comprendida entre 1876-1911. Durante esos años gobernó Porfirio Díaz, a excepción del breve periodo (1880-1884) en que fue presidente Manuel González.

El periodo se delimita entonces a partir de dos sucesos políticos: comienza en 1877, cuando meses después de derrotar a los lerdistas e iglesistas, Díaz inicia su primer mandato, el cual concluye en 1911 meses después de haber estallado la revolución. Díaz abandona el poder y sale rumbo al éxito (El porfiriato, Elisa Speckman Guerra).

Los retos de Porfirio Díaz eran, entonces, unificar y cohesionar las fuerzas políticas y regionales, otorgar legitimidad y legalidad al régimen, respetando o aparentando respetar la Constitución y lograr el reconocimiento internacional.

Durante el porfiriato, el sistema capitalista se desarrolló con rapidez y estimuló el crecimiento de la economía del país. A ello contribuyeron tres factores: la estabilidad política impuesta por el régimen, la avalancha de inversiones extranjera y la integración de la economía nacional y su vinculación a los mercados exteriores, gracias al desarrollo de las comunicaciones, especialmente de los ferrocarriles.

No se trata de una vida democrática de cambios capitalistas, sino de una vía autoritaria y desde arriba (Fernando Benítez (1977). Lázaro Cárdenas y la Revolución Mexicana (El Porfirismo), 1a edición (en español), México: Fondo de Cultura Económica).

Ahora bien, en el porfiriato coexistieron diversas formas de entender al país, a la sociedad y al individuo, entre ellas el liberalismo, el positivismo y el conservadurismo.

México conoció la estabilidad política, líquido buena parte de las trabas feudales heredadas de la colonia y conoció el triunfo de la burguesía liberal en el último tercio del siglo XIX, cuando los países capitalistas entraban en una etapa superior de su evolución.

En nuestro país, las inversiones extranjeras alcanzaron enormes proporciones y controlaron ramas completas de la economía. Eran el factor dominante en la minería, petróleo, ferrocarriles, electricidad, bancos, industria y gran comercio. Con su participación, el crecimiento económico fue considerable pero desequilibrado, ya que se desarrollaron más las actividades orientadas a la exportación, recibiendo un escaso impulso la producción industrial y agropecuaria destinada al mercado nacional.

Si bien la sociedad mexicana en esa época fue eminentemente rural, se puede ver que durante el porfiriato los centros urbanos crecieron de forma impresionante, como fue el caso de Guadalajara, Puebla, San Luis Potosí y Monterrey (Nueva Historia mínima de México).

En la agricultura predominaban los latifundios. La Reforma dio un golpe casi mortal a los latifundios eclesiásticos. Pero, al mismo tiempo, sentó las bases legales para el despojo de las tierras a las comunidades campesinas. La política del porfiriato fue conservar sin afectación los latifundios semifeudales e impulsar su transformación capitalista con el apoyo estatal. En consecuencia, en la agricultura mexicana coexistían las formas de producción capitalistas con las formas precapitalistas.

El modelo de desarrollo seguido durante el porfiriato fue un modelo exportador primario. Ya que lo fundamental era impulsar la producción para exportar las materias primarias agrícolas y mineras.

El plan de Tuxtepec

El plan de Tuxtepec levantaba como demandas centrales la "no reelección" del presidente y de los gobernadores; el desconocimiento del gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada; el reconocimiento de los gobernadores que se adhirieran al Plan; las elecciones a los dos meses de ocupada la ciudad de México; y la entrega de la presidencia provisional a José María Iglesias, presidente de la Suprema Corte de Justicia, si aceptaba el Plan.

En los años anteriores, el prestigio del general Díaz había sufrido una fuerte merma por sus esfuerzos personalistas para llegar al poder. Derrotado en las urnas por Juárez, se había levantado con el Plan de La Noria para conocer la derrota en el campo de batalla.
Persistente, bajo el gobierno de Lerdo de Tejada concertó alianzas, buscó apoyos y se preparó para asaltar nuevamente el poder (Autor: Leticia Barragán López).

El compromiso de Díaz, que le permitió formar este bloque político y social, fue con las relaciones comerciales con Estados Unidos, particularmente a impulsar la construcción de ferrocarriles para establecer vínculos económicos más firmes, y estabilizar el país y la frontera, cuestión que interesaba sobremanera a los norteamericanos (Autor: Leticia Barragán López).

Con la caída de Lerdo se operó un importante cambió en la actitud del gobierno mexicano hacia la inversión extranjera. Juárez y su Sucesor habían cuidado que la presencia del capital extranjero no se convirtiera en una nueva forma de colonialismo.

En cambio, Porfirio Díaz se esforzó por integrar al capital extranjero a la estructura económica y social del país, involucrarlo en el desarrollo de nuestros recursos natural, y lo convirtió en un elemento sustancial en la vida nacional. Ya como presidente, Porfirio Díaz se enfrentó con el problema de un ejército numeroso, 30 mil hombres, que absorbía gran parte de los recursos financieros del gobierno.

Para evitar que al disolverlo se incrementara el robo o se provocara descontento y un intento de golpe militar, incorporó a muchos miembros del ejército a la policía rural.

Limitando la posibilidad de nuevas insurrecciones, el general Díaz satisfacía uno de los anhelos más sentidos de la población, y especialmente de la burguesía: establecer la paz y alcanzar la estabilidad política necesaria para impulsar el desarrollo económico. Para pacificar el país y garantizar la propiedad se combatió en forma drástica a los salteadores de caminos y a todos los bandoleros. Se reprimió cualquier intento de rebelión, sobre todo proveniente de los partidarios de lerdo que varias veces intentaron levantarse en armas.

Las finanzas públicas y el desarrollo económico

Al comenzar el porfiriato, el mercado internacional estaba restringido y subsistían unidades económicas en ocasiones regionales y en otras locales. Era necesario multiplicar la producción y los vínculos comerciales a lo largo del país y más allá de sus fronteras.

Empezando por las leyes, en esta etapa se expidió un código comercial que permitió contar con una reglamentación clara, coherente y reunida en un solo cuerpo. El gobierno federal y estatal ofreció generosas concesiones y una legislación que garantizaba un amplio margen de utilidades. Gracias a ello atrajeron un considerable monto de inversiones.

El porfiriato: gobierno de Manuel González

Desde su primer gobierno procuró controlar al poder legislativo manipulando los comicios de diputados senadores recurriendo a todo tipo de fraudes electorales, con objeto de que triunfaran sus incondicionales.

Asimismo buscó someter a los gobernadores al poder del centro, convirtiendo al federalismo en una pura facha decorativa.

Para el gobierno el periodo 1880-84, Porfirio Díaz apoyó la candidatura a la presidencia de su compadre Manuel González. Éste, que resultó triunfador en las elecciones, continuó la obra iniciada por aquél, consolidando su política hasta comunicar la ciudad de México con los Estados Unidos y establecer la primera institución de crédito: El Banco Nacional Mexicano.

Don Porfirio, que ya había empezado a controlar los hilos del poder, desprestigió a los candidatos que no eran de su agrado y debilitó el apoyo que tenían.

Finalmente, eligió un presidente permutable en cuya lealtad sabía que podía confiar implícitamente para impulsar el programa y que le devolvería el gobierno cuatro años más tarde; éste era el general Manuel González, que tenía además la ventaja de ser un militar prestigiado, su incondicional y coincidir en el programa de construcción de vías férreas. Por primera vez en casi tres décadas, se transmitió pacíficamente el poder aunque se llevó a cabo en medio de fraudes y violaciones al sufragio (Fernando Benítez, Lázaro Cárdenas y La Revolución Mexicana. l. El Porfiriato. Fondo de Cultura Económica, México, pp. 47-49).

Manuel González continuó la obra económica y política de Díaz. Se preocupó por someter a los gobernadores al dominio de la Federación, reprimir el bandolerismo y los focos de disidencia, y avanzar en la estabilidad política del país. Se continuó con los fraudes electorales, la imposición de candidatos y la intervención en la política interna de las entidades federativas.

Durante su gobierno se reinició la construcción de los ferrocarriles y se tendieron más de cinco mil kilómetros de vía férrea en cuatro años. En marzo de 1884, ya se podía ir en ferrocarril de México a Chicago. Para acelerar la construcción de las vías férreas, el gobierno otorgó subsidios a las compañías constructoras, sentando las bases para una crisis de las finanzas públicas que se abatiría sobre el gobierno de Manuel González en la segunda parte de su mandato.

Un hecho significativo del desarrollo capitalista fue el fortalecimiento de los banqueros nacionales y extranjeros. El Banco Nacional Mexicano, fundado en 1882, se fusionó con el Banco Mercantil Mexicano, en el que participaban capitalistas españoles y mexicanos, y originaron en 1884 el Banco Nacional de México, con atribuciones de recaudador de impuestos, de hacer préstamos y anticipos al gobierno y encargado de la Tesorería General. También en 1884, el Código de Comercio prohibió la apertura de nuevos bancos de emisión.

Durante el gobierno de Manuel González se expidió, en diciembre de 1883, la primera ley sobre Deslinde y Colonización de Terrenos Baldíos. Dicha ley autorizaba a colonos, nacionales o extranjeros, a "denunciar" las tierras vírgenes y a formar compañías "deslindadoras", con las cuales el Estado firmaba contratos para medir y deslindar porciones del territorio nacional; en pago, las compañías recibían un tercio de las tierras deslindadas y gozaban del derecho de opción y de tarifas preferenciales para comprarle al gobierno los dos tercios restantes.

A pesar del crecimiento económico y la estabilidad alcanzada, el gobierno de Manuel González terminó en medio del desprestigio público y del repudio popular. En la segunda parte de su mandato, la economía del país empezó a verse afectada por la crisis mundial del capitalismo iniciada en 1883. Los capitales extranjeros dejaron de fluir a México y los productos de exportación perdieron mercados provocando una grave depresión en la economía nacional.

Reelección de Díaz

Al ascender por segunda vez a la presidencia, éste continúo la política que caracterizaría a su prolongado gobierno: represión a la disidencia y a los movimientos populares, apertura al capital extranjero, centralización del poder, impulso al capitalismo dependiente.

En este periodo, en forma decidida aplicó el que iba hacer el lema de su gobierno: "Poca política y mucha administración". Con ello buscaba que el esfuerzo de los grupos que perseguían el poder se canalizaran en la administración pública y que dejaran a un lado las disputas por la presidencia, lo cual sólo podía llevarse a cabo si se incorporaban a ella.

De esta manera, empezó a construirse una pirámide que tenía en su vértice al dictador y de la cual formaban parte los gobernadores, los caciques regionales, los jefes políticos, los hacendados, etc. Al mismo tiempo, liquidó a aquellos que no se plegaron a negociar con él y aceptar su predominio. Tal fue el caso del general trinidad García de la Cadena, famoso político de Zacatecas, opuesto a la reelección de Díaz y al que se le aplicó la "ley fuga" en 1886.

Esta alianza había sido temible para el porfiriato en la medida de que García de la Cadena era un político de alcances nacionales, con méritos propios y cierta fuerza política. Al buscar el apoyo de Bernal se hacía de una base social que podía ocasionarle un serio dolor de cabeza al régimen.

La vinculación de México al mercado mundial lo hizo más vulnerable a las crisis económicas del capitalismo. En 1885 continuaba la crisis iniciada dos años antes; más tarde, en 1892, volvía a presentarse la recesión y luego seguiría otra en 1905, y la más grave en 1907-1908. Sin embargo, Díaz decretó el reconocimiento de la deuda inglesa, en febrero de 1886, para tratar de recuperar el crédito internacional. La nueva negociación fue peor que la hecha por el régimen de González, la deuda aumentó y llegó a casi 100 millones de pesos, contra los 86 que se había negociado antes.

Cuando Díaz promueve su tercer mandato presidencial, ha logrado constituir un amplio bloque en el poder constituido por los terratenientes, los banqueros, los grandes comerciantes, los industriales, el clero, los militares y el capitalismo extranjero y sus representantes.

Una cámara de diputados integrada desde 1886 aprobó la modificación de la ley para permitir una reelección más en 1887; todavía no era la reelección indefinida, pero ésta se logró al poco tiempo, en mayo de 1890, después de realizar un plebiscito a todas luces amañado.

Por cuarta vez, el general Porfirio Díaz rinde la protesta de ley ante el Congreso de la Unión como Presidente Constitucional.

Para garantizar su reelección, Díaz apoyó la fundación de la junta Central Porfirista, en 1891, que más tarde se convirtió en la Unión Liberal, que celebró en 1892 su Convención y propuso la reelección de Díaz, pero la condicionó recomendando también la observancia de cuatro libertades democráticas: sufragio, asociación, prensa y justicia.

Aunque las apariencias de un gobierno republicano se conservaron, como lo señalaba Díaz al periodista Creelman en 1908: elecciones periódicas, existencia de tres poderes, régimen federal, nada de esto funcionaba conforme a sus principios.

A pesar de las muestras de oposición, de la crisis económica, de las denuncias de periodistas valerosos como Daniel Cabrera, Antonio Rivera y otros, el aparato político electoral y represivo del porfiriato ya había alcanzado un alto grado de eficacia. Se llevó a cabo la nueva reelección para el periodo 1892-96. La recuperación de la crisis mundial se tradujo en mayor demanda de los artículos nacionales de exportación y aumento de la inversión extrajera en el país. El periodo de 1894 a 1906 fue, en general, una etapa de crecimiento económico. La situación favorable en lo general facilitó la reelección del general Porfirio Díaz para un nuevo periodo: 1896-1900.

El general Díaz le ofreció, privadamente, la presidencia a Limantour afirmando que no se reelegiría en 1900. Díaz le propuso colocar en la secretaría de Guerra a un general prestigioso que lo apoyara y le fuera leal. Reelecto una vez más, designó al mismo gabinete, excepto en la secretaría de Guerra donde nombró a Bernardo Reyes, en 1900, a la muerte del general Felipe Berriozábal. La presencia del general Reyes era una importante modificación en el gabinete, ya que éste había adquirido fama de eficiente y capaz. No pertenecía al grupo de los "científicos" y desde el inicio se convirtió en su rival.

A los ojos del pueblo, Reyes se presentaba como el adversario más poderoso de los científicos, que eran sumamente odiados por la población. Díaz aprovecho esta circunstancia para enfrentar a los "científicos" y los "reyistas". Los "científicos", encabezados por Limantour, lograron que salieran del gabinete Baranda y Reyes, pero se alejaron de la posibilidad de ocupar la presidencia.

Sacando ventaja de la pugna entre "científicos" y "reyistas", Díaz preparó su quinta reelección. Preocupados por la situación que podría crearse ante la ausencia del presidente Díaz, decidieron apoyarlo una vez más pero con dos condiciones: la creación de la vicepresidencia para sustituido en la eventualidad de que muriera, y la prolongación del mandato presidencial a seis años, considerando que sería la última reelección del oaxaqueño. Ramón Corral, con el apoyo del grupo "científico", fue designado para la vicepresidencia.

Un conteo del porfiriato

Durante las tres décadas que dominó la escena política Porfirio Díaz, el país experimentó transformaciones económicas y sociales muy importantes. La población aumento notablemente.

DESARROLLO AGRÍCOLA. Las leyes de colonización y de terrenos baldíos de 1893 propiciaron el despojo de las tierras de los pueblos y las comunidades campesinas. En 1889 y 1890, nuevas leyes suprimieron la propiedad colectiva e insistieron en el establecimiento de la propiedad privada de las tierras de los pueblos. Con ellas se aceleró el despojo de los campesinos.

Durante el porfirismo se incrementó rápidamente y en forma elevada la producción de cultivos de exportación. El caso del henequén fue relevante. De este agave se obtiene una fibra dura que servía para fabricar hilos y cordeles utilizados para engavillar en los países industriales. Gracias a la demanda internacional, la producción henequenera creció 11 veces en los primeros 30 años del porfiriato, aunque al final del régimen haya encontrado un mercado en crisis.

Aumentó rápidamente la producción para el exterior de chicle, caucho, café, algodón, azúcar, garbanzo, vainilla, cacao y plantas tintóreas y oleaginosas.

Buena parte de la producción agrícola era controlada por compañías extranjeras: el caucho, el chicle, el garbanzo, la explotación maderera entre otros cultivos.

La construcción de ferrocarriles, las leyes de fomento a la minería y el apoyo gubernamental de todo tipo, estimularon el crecimiento de la inversión extranjera en la minería, que quedó controlada por los monopolios: de las 31 compañías mineras más importantes, los norteamericanos poseían 17 y mantenían el 81% del capital total de la industria; lo seguía el capital inglés con 10 compañías y 14.5% del capital total.

En marzo de 1901 se inició la explotación petrolera en México. la pionera fue la Mexican Petroleum Company, fundada por Edward Doheny, el "rey del petróleo", que empezó explotando los campos de El Ébano, región cercana a Tampico.

Conforme a la ley de 1901, a las empresas petroleras se les permitió expropiar los terrenos baldíos y nacionales comprendidos en la llamada Faja de Oro, de Tamaulipas y Veracruz, liberándolas de impuestos. Sólo debían pagar el pequeño del timbre, un 7% de sus ganancias líquidas a la Tesorería General de la Nación y un 3% al estado de Veracruz.

De hecho se les regalaron las tierras costeras del Golfo de México. Pearson nunca pagó el impuesto del 10% convenido ni los derechos de importación y exportación a que lo dispensaba el contrato por más de 20 años (Vicente Riva Palacio, México a través de los siglos, 1889).

Bajo la dictadura de Díaz, los bancos crecieron en número, influencia y riquezas. Como en casi todos los sectores de la economía, la mayor parte de los propietarios bancarios eran extranjeros; para 1910, los intereses extranjeros poseían el 80% del capital financiero. Siendo Secretario de Hacienda Limantour, se promulgo la Ley General de Instituciones de Crédito en 1897. Conforme a ella se creaban tres tipos de instituciones bancarias: de emisión, autorizadas por el gobierno para emitir billetes; refaccionarías, autorizadas para otorgar créditos; e hipotecarias, que realizarían operaciones de hipoteca sobre las propiedades inmuebles.

Varios factores favorecieron al desarrollo industrial durante el porfirismo: la construcción de los ferrocarriles, la creación de un mercado interno más amplio e integrado, el crecimiento demográfico y la inversión extranjera. Hasta 1890, se basaba fundamentalmente en talleres manufactureros y artesanos más o menos grandes, que empleaban métodos manuales y artesanales de producción. A partir de 1890, la presencia de grandes compañías extranjeras, dotadas de maquinaria, técnicas de producción y administración modernas le dieron un empuje más decidido.

La mayor parte del capital extranjero invertido en la industria era el francés: 53.2% del capital total, colocado sobre todo en textiles y controlaba 14 de las 26 empresas industriales más grandes e importantes del país. Le seguían Alemania, Estados Unidos e Inglaterra.

Orientado como estaba a favorecer al capital y su fortalecimiento, el régimen porfirista gobernó para un reducido grupo de empresarios y terratenientes nacionales y extranjeros. De ahí su caracterización como un régimen oligárquico.

Las demandas de los trabajadores durante todo el porfiriato iban orientadas a mejorar sus condiciones de trabajo, aumentar salarios, reducir la jornada de trabajo, obtener el pago de días festivos y otras prestaciones.

Aunque estaban prohibidas todo tipo de huelgas, de 1881 a 1911 ocurrieron unas 250. Desde 1905 la situación de los trabajadores se agravó y el número de huelgas aumentó. Sólo en 1907 hubo 25 huelgas de gran envergadura en la República. La mitad de ellas en el Distrito Federal, le siguieron Veracruz y Puebla. Destacaron las huelgas de Cananea en 1906 y Río Blanco en 1907.

Ambos movimientos estremecieron la estructura del porfiriato, pusieron de relieve la intolerancia de la dictadura y, sobre todo, su incapacidad para dar una respuesta positiva a las demandas de los trabajadores.

A pesar de la represión, la solidaridad se dio por todo el país. En ambos casos, el ejército de la dictadura había actuado en contra de obreros mexicanos para proteger los intereses de extranjeros. El sentimiento nacionalista creció y el repudio al viejo general Porfirio Díaz fue aumentando.

La crisis de la dictadura porfirista se expresaba en todos los niveles de la vida del país. No fue sólo la crisis de un sector, sino que fue económica, política y social.

Conclusión

La cultura porfirista admiró lo extranjero pero también presentó un carácter nacional y nacionalista; hubo apertura hacia nuevas ideas, se pugnó por la reafirmación de los valores humanísticos, en la cultura existió cierto crecimiento; también se le conoció por la época afrancesada por la en la literatura y la vestimenta.

Hubo choque en su gobierno, grandes logros de comunicación y en la industria, aunque también existió gran represión por parte de su gobierno. También legó vicios políticos, una sociedad y una economía profundamente desiguales y una serie de conflictos que dieron paso a la revolución.

Hizo un balance de su prolongado gobierno aduciendo a su favor la pacificación del país y el desarrollo económico alcanzado. Sobre su gobierno dijo: "Hemos conservado la forma democrática y republicana de gobierno. Hemos preservado la teoría conservándola intacta. Sin embargo, hemos adoptado una política patriarcal en la actual administración de los negocios de la nación, guiando y restringiendo las tendencias populares, con una fe completa en que una paz forzada permitiría a la educación ya la industria y al comercio desarrollar elementos de estabilidad y unidad en un pueblo que es por naturaleza inteligente y sensible.

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