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CUADERNOS DE EDUCACIÓN SINDICAL # 25

EL HOMBRE LOBO DEL HOMBRE

   


Cuadernos de Comunicación Sindical
Secretario General: Evaristo Pérez Arreola
Secretario de Prensa y Propaganda: Alberto Pulido Aranda

Elaboración de los Cuadernos: Alberto Pulido A., AgustÍn Castillo L., Armando Altamira G., Amador Osorio O., Esperanza Paredes, Ángel Alvarado (Tipografía), Gustavo Godínez (Diseño) Mecanografía: Graciela Barrón y Dolores Herrera P., Arnulfo Jiménez (Impresión). Trabajo de Apoyo: Gabriel Caballero y Vicente González.


Distribución Gratuita
Editados por la Secretaría de Prensa y Propaganda del STUNAM

 
   

 

INTRODUCCIÓN

París la Revolución de Mayo. Es un hecho ya preñado de romanticismo, dirían algunos. Otros decimos y lo seguiremos afirmando: los acontecimientos protagonizados por los estudiantes franceses, ese mayo de 1968, han quedado grabados para la posteridad, como ejemplo de movimiento juvenil, en contra de los valores carcomidos de generaciones anteriores.

A raíz de esos hechos, como reguero de pólvora se dieron movimientos estudiantiles en casi todo el mundo, y uno de esos lugares fue México, con sus muertes y Tlatelolco. En ese año existían muchos motivos para salir a la calle, aunque hoy también existen, pero en ese 1968, toda una generación se enfrentó y de manera airada propuso remedios a lo caduco que les ofrecían sus padres: a la injusta guerra de VietNam, a la Universidad anacrónica y reaccionaria.

Las inyecciones teóricas que fluyeron en la protesta juvenil del 68, fueron mezclas de tesis del Che Guevara, de Herbert Marcuse, de Marx, Mao y otros teóricos. Importantes intelectuales franceses entendieron el movimiento y se sumaron a el, uno de ellos y tal vez el más querido sin duda lo fue Sartre.

Los estudiantes con sus movilizaciones, sus pintas sobre las intocables -hasta poco tiempo antes- paredes de la Sorbona, fueron capaces de poner al desnudo el reformismo y el anacronismo de la izquierda oficial, encabezada ésta por el Partido Comunista Francés, entidad que nunca entendió a los estudiantes, pero eso sí bien que los combatió. Pusieron en la picota al gobierno de Charles de Gaulle.

Con creatividad contestataria y pro positiva respondieron a los valores burgueses, muchas de las veces con enfrentamientos violentos con las CRS (Compañías Republicanas de Seguridad), mejor conocida en nuestro lenguaje como la policía francesa. En verdad, nunca, las calles de París habían sentido tal actividad política, nunca antes las paredes habían recibido sobre sus superficies tanta poesía. Esas pintas que las adornaron, esas consignas y proclamas fueron versos, y hoy ya, son cultura.

Los reaccionarios y burgueses aullaron su verdad y pusieron como ejemplo el Gaullismo y los estudiantes respondieron con el Mayo. Las bestias insistían en defender la cultura tradicional y los jóvenes, respondieron: eso es mierda. Los primeros, en plan inquisidor acusaron a los segundos de ser partidarios de la destrucción y los segundos de inmediato contrapusieron la alegría creadora.

Para todo había una respuesta estudiantil:

¿Sociedad? es una flor carnívora.
¿Relación? preferimos la creación.
¿Civismo? eso es Fascismo.
¿Revolución? es nuestra novedad.
¿Poder? preferimos la imaginación.

Para mi generación, esos acontecimientos del Mayo francés y más directamente los vividos en México durante el movimiento estudiantil de julio-octubre de 1968, se han quedado grabados en nuestras mentes y se han tornado en guías precisas para nuestro actuar. Fuimos reprimidos, pero no vencidos. Pedimos diálogo y nunca lo tuvimos. Pero todo esto nos volvió desconfiados, nos ayudó a limpiarnos la mente y nos imprimió bríos para seguir "Pidiendo lo imposible".

Alberto Pulido A
Mayo de 1988.


París la Revolución de Mayo

Carlos Fuentes

"¿De dónde vienes, camarada?": es el primer saludo de los jóvenes que han salido a hacer la poesía y la política en las calles de una ciudad que no me atrevo a reconocer y que, sin embargo, sólo ahora es idéntica a sí misma. Un París de manos abiertas, donde llegar de significa unirse a.

-D'oú viens-tu, camarada?
-México.
-C'est loin, ca.
-Pas tellement

Unirse al diálogo, a la fraternidad y al amor de una revolución que, en primer lugar, ha tenido lugar en las conciencias y en los corazones.

Cafés, bistrós, talleres, aulas, fábricas, hogares, las esquinas de los bulevares: París se ha convertido en un gran seminario público. Los franceses han descubierto que llevaban años sin dirigirse la palabra y que tenían mucho que decirse. Sin televisión y sin gasolina, sin radio y sin revistas ilustradas, se dieron cuenta de que las "diversiones" los habían, realmente, divertido todo contacto humano real. Durante un mes, nadie se enteró de los embarazos de la Princesa Grace o de los amores de Johnny Halliday, nadie se sintió constreñido por el dictado sublimante de la publicidad a cambiar de auto, reloj o marca de cigarrillos. En lugar de las "diversiones" de la sociedad de consumo, renació de una manera maravillosa el arte de reunirse con otros para escuchar y hablar y reivindicar la libertad de interrogar y de poner en duda.

Los contactos se multiplicaron, se iniciaron, se restablecieron. Hubo una revuelta -tan importante como las barricadas estudiantiles o la huelga obrera- contra la calma, el silencio, la satisfacción, la tristeza. Padres e hijos encontraron una posibilidad de comunicación (o certificaron que la habían perdido).

Maridos y mujeres se separaron por incompatibilidad política, moral y erótica (pues se trata de sinónimos). Otras parejas se conocieron en las barricadas, en el debate permanente del Odeón, en la marcha: el amor nació con la velocidad misma de los acontecimientos. Flo es la hija de una cortadora de películas, amiga mía; era la muchacha más inhibida del mundo; estudia en Nantes y ocupó la Universidad con sus compañeros; se inició el debate; Flo supo que tenía algo que decir, algo que antes le era imposible comunicar; Flo se liberó en una ciudad en la cual desaparecieron los policías, convocados con toda urgencia a París: Nantes, la ciudad y su universidad, y la linda Flo, fueron verdaderamente libres por primera vez. Madeleine es la inteligente editora de una colección de libros infantiles en una gran casa editorial; su marido es productor de televisión. En el momento más tenso de las barricadas, Madeleine convirtió su apartamento en refugio y hospital de estudiantes heridos; el marido le reclamó que su actitud le comprometía: si se trabaja en la ORTF, hay que estar bien con el gobierno.

"Escoge entre Pompidou y yo", le contestó Madeleine.

Jean-Jackues, un sicoanalista amigo, se queja amargamente: "Los consultorios se han vaciado, pero realmente vaciado. La revolución ha substituido al siquiatra. Nos sentimos inútiles. Ayer vino a verme una muchacha, cliente mía, y me dijo: 'Ustedes quieren adaptarme a esta sociedad idiota. Me niego a ser adaptada. Quiero ser rechazada y rechazar el mundo actual', Y me dejó, como recuerdo, un adoquín sobre la mesa". Tú, André, eres comunista y manifiestas con tu bandera roja; tú, Anne-Marie, perteneces a las Juventudes Revolucionarias Marxistas y manifiestas vestida de negro con tu banderita negra. Cada uno lee un periódico, y no cree lo que lee. Tú, André, no puedes creer que L 'Humanité (Periódico del Partido Comunista Francés), tu periódico, llame a Daniel Cohn Bendit "anarquista alemán" y se asocie a la decisión policíaca de expulsar al dirigente estudiantil de Francia. Tú, Anne-Marie, que también eres hija de judíos alemanes emigrados a Francia para escapar de las prisiones y la muerte hitleriana, no crees que veintiocho años después de ganada la guerra (y tú tienes sólo diecinueve) los periódicos nacidos de la Francia Libre puedan llamar a Cohn-Bendit "canalla judío extranjero". André y Anne-Marie no se conocen. Se miran. Miran lo que están leyendo. Se toman de la mano. Se unen a la enorme manifestación que avanza hacia la Plaza Denfert- Rochereau y gritan grave, orgullosamente, con el millón de estudiantes en marcha:

¡Todos somos judíos alemanes!

"Los desconocidos dejan de serio. La revolución, una vez más, fue un encuentro y un abrazo: para la revolución no hay desconocidos.


Mientras más hago la revolución, más ganas tengo de hacer el amor; mientras más hago el amor, más ganas tengo de hacer la revolución.

Hubo lo irrepetible y hay lo irreversible.

Irrepetible, y no podía ser de otra manera (Poesía. revolución, consagración del instante, Octavio Paz, alta incandescencia de la manera temporal) la explosión libertaria., el júbilo, la imaginación, el humor, el exceso, la locura, en el patio de la Sorbona, en los debates del Odeón, en las manifestaciones gigantescas, en las marchas exaltadas hacia las puertas de las fábricas a fin de sellar alianza (impedida por la Confederación General de Trabajadores y el Partido Comunista Francés) de los estudiantes con los obreros, en el incendio de la Bolsa de París al grito de "Templo del becerro, burdel", en las terribles luchas nocturnas de las barricadas de la Reu Gay-Lussac, el Boul'Mich" Saint Germani-des-Prés, la Place Edmond Rostand y la Rue d' Assas contra los brutales CRS (Compañ ías Republicanas de Seguridad, cuerpo élite de la policía francesa) que avanzan entre el humo y las llamas y los árboles caídos, lanzando gases letales, golpeando indiscriminadamente a peatones, periodistas y parroquianos de cines y cafés, ensañándose con las mujeres a las que matraquean al grito de "putains, putains!", arrojando granadas plásticas hacia las ventanas abiertas, persiguiendo a los estudiantes por las escaleras de los inmuebles y hasta adentro de los apartamentos donde se han refugiado.

CEDER UN POCO ES CAPITULAR DEMASIADO

-¿De dónde vienes, camarada? Ven, únete a nosotros. Vamos a Nanterre.

La Revolución nació en Nanterre, ese conglomerado gris, concentracionario, de bloques de cemento construidos a toda prisa para contener el desbordamiento estudiantil de la Sorbona. Imagen de una sociedad que distribuye lo superfluo a manos llenas pero niega lo necesario. Hay que regresar a Nanterre, erial prototípico de la sociedad de consumidores. Aquí, los comités de estudio y planificación estudiantil funcionan noche y día, desde el principio de la revolución. La profunda seriedad y capacidad de trabajo del estudiantado revolucionario es palpable en estos comités decisivos, disciplinados y generosos, abiertos a todo diálogo y a toda sugestión. Estamos entre los dos turnos de las elecciones legislativas. Soberbiamente indiferentes a ese trámite formal, los estudiantes preparan la Convención Nacional de Universidades que habrá de iniciarse en unos días.

.-¿Qué condiciones concretas privaban en la Universidad?

-Dicen que vivimos en la sociedad de la abundancia, pero en la Universidad sólo hay abundancia de alumnos y carencia de todo lo demás. En 1945, había unos ciento veinte mil estudiantes en las universidades francesas; hoy la suma asciende a más de medio millón y sólo en la Sorbona hay ciento sesenta mil. No cabemos en las aulas y debemos escuchar las clases desde los corredores, a través de un sistema de magnavoces. Más de treinta mil estudiantes desean utilizar la biblioteca, pero sólo hay cupo para quinientos lectores. Nos vemos obligados a leer y preparar clases y exámenes en los cafés, en los jardines públicos (cuando el tiempo lo permite) o en los cuartos de criada que nos alquilan en el Barrio Latino por 250 francos al mes. En estas circunstancias, hemos perdido el contacto con los profesores. Casi todos se limitan a dictar la misma cátedra desde hace treinta años, sin que el alumno tenga la menor posibilidad de poner en duda esa enseñanza casi siempre periclitada rara vez revisada o puesta al día. El trabajo de seminarios es prácticamente desconocido. La iniciativa de los estudiantes es desanimada; la mayoría no lee libros, sólo los apuntes mimeográficos para pasar exámenes a fin de año. El objeto de la actual Universidad es memorizar una cultura muerta dentro de un sistema de remoto paternalismo. Es decir: la Universidad está hecha a la imagen del Estado burgués.

-¿Qué proponen ustedes para remediar esa situación?

-A un nivel inmediato, la reforma universitaria. Una relación nueva, no jerárquica, entre estudiantes y profesores. La Universidad es un reflejo de la vieja estructura napoleónica de las instituciones públicas: un centralismo jerarquizado, donde todo proviene, como un don gracioso, de arriba hacia abajo. Proponemos comisiones mixtas de profesores y estudiantes a fin de discutir la forma y el contenido de la enseñanza. Gracias a la revolución, se ha conquistado ya una base de cooperación, nos acercamos a procedimientos de reciprocidad y respeto. Queremos una gestión paritaria de la Universidad. No que nos "enseñen", sino ejercer un control real sobre la enseñanza a fin de adquirir una cultura que vaya más allá del comercio o de la especialización. Queremos un nuevo contrato de enseñanza, pruebas de control en vez de exámenes, con participación de estudiantes en el jurado. Queremos instituciones más ligeras, renovables, abiertas y modernas y esto no sólo por razones intrínsecas, sino en beneficio del estudiantado de origen obrero. Actualmente sólo el 20 por ciento de los estudiantes universitarios son hijos de obreros. El tiempo entre el ingreso a la universidad, la licencia y la agrégration es demasiado largo: muy pocas familias obreras pueden pagarlo y si lo hacen es con grandes sacrificios. La actual esclerosis se debe a dos factores: una tutela administrativa totalmente ajena a las necesidades y aspiraciones de los estudiantes y un reino clasista

de feudalidades dentro de la Universidad, el representante de una cierta feudalidad dentro de los grupos del orden establecido. Igual que en la sociedad, en la Universidad somos súbditos, no ciudadanos. Ahora hemos decidido actuar como adultos, establecer una relación auténtica entre nuestros estudios y nuestra futura actuación profesional.

-¿Hay actualmente una gran divergencia entre ambos?

Se nos acusa de ser demasiado "desinteresados". Es cierto. Frecuentamos la teoría más que los hechos. Pero echarnos esto en cara quiere decir que hay una grave ruptura entre el pensamiento y la acción. Quiere decir que yo, como estudiante de sociología, puedo leer libremente a Marx, a Engels, a Bakunin, al Che Guevara y a Marcuse, sólo si acepto que una vez que salga de la Universidad, debo renegar de todo lo que he aprendido y aceptar como borrego mi situación prevista en una sociedad ordenada para siempre y sin mi consentimiento, una sociedad en la que mis conocimientos críticos no poseen la menor importancia y nada pueden cambiar. La Universidad debe ser un centro crítico, el germen del cambio. Nuestra sociedad, sin embargo, es a-crítica y rechaza el cambio. ¿Cuál puede ser m i destino? ¿Renunciar a mis ideas, admitir que son un sarampión juvenil y aceptar los hechos inconmovibles de una sociedad momificada convirtiéndome yo mismo en momia, sentado hasta mi muerte en un consejo de administración capitalista o en una oficina burocrática? ¿O convertirme en profesor para seguir enseñando, sin traicionarme, las ideas revolucionarias a una nueva generación que a su vez deberá renegar de ellas del orden? ¿Qué clase de educación es esta, camarada? ¿Cómo podemos romper este círculo vicioso? El hecho es que estamos aprendiendo una teoría desinteresada para sacrificarla después ante una sociedad interesada. La teoría nos revela la insuficiencia e injusticia de la sociedad. Si somos fieles a nuestras ideas, debemos transformar la sociedad a la imagen de ellas. De eso se trata, en el fondo, cuando hablamos de reforma universitaria.

-El profesor Raymond Aron les acusa de ser como los ludditas de principios del siglo XIX: incapaces de adaptarse a las exigencias de la sociedad tecnológica, le oponen un nihilismo destructivo, igual que los seguidores de Ludd destruían las primeras máquinas de la sociedad industrial.

-No vale la pena contestarle a Aron. Sartre ya lo ha hecho en nuestro nombre: Aron es un cadáver que repite sin fatiga las tesis de su primer libro; representa a un profesorado lleno de soberbia, miedo e incapacidad para evolucionar. ¡Cómo contrasta la actitud de este "humanista" con la de un verdadero hombre de ciencia y de pensamiento, como Jean Rostand, que a los setenta y cinco años ha descendido de su pedestal, se acerca a nosotros y ha aceptado nuestras tesis: tanto el alumno como el profesor están en la Universidad para aprender! La revolución ha servido para deslindar a los falsos maestros de los verdaderos enseñantes. Con nosotros están el físico Alfred Kastler, el sociólogo Edgar Morfn, el filósofo Paul Ricoeur, el químico Laurent Schwarz. ..Para ellos, como para nosotros la Universidad no es el lugar donde se oponen nuestra ignorancia y su saber, sino que ambos representamos dos formas paralelas de querer saber...

-¿Cuál es la actitud de ustedes ante el mundo tecnológico?

No despreciamos la tecnología moderna, como insinúa Aron; todo lo contrario, queremos aprovecharla en favor de cada hombre, impedir que se convierta en una abstracción. Para nosotros, las conquistas de la ciencia y la técnica modernas deben servir al hombre y no a las estructuras que lo enajena. Precisamente, lo que resentimos es la divergencia entre las formas avanzadas de la ciencia y las formas anticuadas de la vida moral, política y económica. No queremos una ciencia al servicio de una burocracia sin rostro y utilizada para deformar a una población apática. Es una lucha difícil, larga y dura. Es una lucha revolucionaria, que apenas se inicia.

-Guardando las proporciones, este primer movimiento es a la revolución francesa (y diría, europea) lo que el ataque al Moncada fue a la revolución cubana...
Es sólo el principio. La lucha continúa.

Y esa lucha, iniciada para reformar a la Universidad conduce a la transformación de la sociedad. ..
Exactamente. La Universidad que deseamos no es concebible dentro de la actual sociedad. Ahora se forman profesionistas para servir a la burguesía. Nosotros queremos formar profesionistas que sirvan a los trabajadores. Para ello, será necesario que los propios trabajadores transformen revolucionariamente sus condiciones de trabajo.

¿Puede la clase obrera hacerlo por sí sola?

Eso plantea el problema del nuevo partido revolucionario. El actual movimiento ha destruido varios mitos. Se ha demostrado que la acción espontánea de una minoría conciente ha jugado el papel de detonante y vanguardia. Ese papel fue abandonado totalmente por las formaciones de la izquierda tradicional: la CGT, el PCF y la Federación de la Izquierda. Pero la acción de la vanguardia debe desembocar en la alianza con la clase obrera, o carecerá de sentido. En esto estamos de acuerdo.

Sin embargo, me atrevo a decir que el movimiento también ha demostrado que la clase obrera no es en sí la portadora de la revolución. Y esto no es una heterodoxia: tanto Marx como lenin negaron que la clase obrera fuese revolucionaria en sí; previeron siempre el papel educativo y activante del partido revolucionario en alianza con otros sectores progresistas de la sociedad.

Pues en Francia toda la política de la izquierda tradicional ha consistido en impedir esa alianza. Hemos sido tratados, como era de esperarse, de izquierdistas infantiles, aventureros y anarquistas.

Si no hubiese hablado con ustedes, me bastaría haber visto el Servicio de Orden que mantienen para pensar lo contrario.

La izquierda tradicional se ha mostrado intolerante con nosotros pero muy tolerante con el gobierno. Han sucedido cosas increíbles. Basta señalar un hecho escandaloso: en Lyon, el Partido Comunista, a fin de demostrar su adhesión al orden público, entregó a varios estudiantes en manos de la policía. Y ya se sabe lo que la policía hace con los estudiantes. ..Pero esa es sólo una anécdota: a la CGT sólo le interesaban las reivindicaciones economicistas para no perder nada, a la Federación sólo le interesaba suceder al régimen en el poder, al PC sólo le interesaba impedir que la revolución se desarrollase a su izquierda o, tout court, que la revolución se desarrollase fuera de su dirección. Esto es lo extraordinario: al sentir la amplitud del movimiento revolucionario contra las actuales instituciones, las viejas formaciones de la izquierda se sintieron amenazadas porque, como dijo Sartre en la Sorbona, ellas también son instituciones y hacen el juego formal de la burguesía. La izquierda tradicional ha dimitido y ahora lo ha pagado en unas elecciones que nada tienen que ver con los problemas reales que nosotros hemos planteado, junto con los obreros jóvenes, en las jornadas de mayo.

Nos acercamos al corazón del problema: las relaciones del movimiento estudiantil con el movimiento obrero...

La revolución, se inició en la Universidad, espontáneamente. El movimiento fue condenado por el PC y la CGT. Espontáneamente, los obreros se unieron al movimiento y sólo entonces, con gran retraso, la CGT y el PC se subieron al carro revolucionario, pero con el propósito de desvirtuarlo y de impedir que la unión de estudiantes y obreros liberase toda la fuerza de la revolución. Hubo un momento en el que el país, paralizado por la huelga obrera, podía tomar dos caminos. Uno era el camino revolucionario. Otro, el camino ni siquiera reformista, el camino de la simple reivindicación de salarios mejores, semana de cuarenta horas, etc., pero siempre dentro del orden burgués, sin poner en duda el sistema. La CGT y el PC guiaron al movimiento obrero hacia estas demandas tradicionales. Al hacerlo, frustraron el éxito completo de la primera etapa de la revolución.

¿Cuáles son para ustedes las razones de la conducta contra-revolucionaria de los dirigentes sindicales y comunistas?

Primero, se trata de directivas viejas, fatigadas, sin contacto con los obreros jóvenes. Para esas directivas sólo hay dos posibilidades en el mundo: el estalinismo o la sociedad de consumidores. Inserto en la actual sociedad francesa, avergonzado de su pasado estalinista, el PC ha tratado de "liberalizarse" (una expresión que nosotros rechazamos totalmente) adaptándose a las posibilidades de una "leal oposición" capaz de obtener pequeñas ventajas para la clase obrera: mendigar el diezmo del príncipe, Pompidou nos sous. Pero esas ventajas, dada la naturaleza del sistema, son recuperadas inmediatamente por el capitalismo, a través de la inflación, el alza de precios y la promoción publicitaria del consumo. Es lo que sucederá con las "ganancias" obtenidas durante la huelga por la CGT. El propio De Gaulle ha tenido el descaro de afirmar que esas "ganancias" se evaporarán en pocos meses. La crisis tendrá esa ventaja: demostrar a un número cada vez mayor de los obreros que a través de la lucha "alimentaria" no hay salida posible. Es un círculo vicioso. Una economía de consumidores está más que dispuesta a absorber las exigencias "consumaciones" de los trabajadores.

¿Cuál es, entonces, la salida para la clase obrera en el mundo capitalista?

Hacer la revolución. El PC siempre está en espera de que existan condiciones revolucionarias favorables. Ahora ya no tiene esa excusa. Hubo una situación revolucionaria en Francia y el PC la desaprovechó. Fidel Castro no la habría desaprovechado.

¿Qué significa hacer la revolución en sociedades de este tipo?

No significa, desde luego, la simple toma del poder. Creerlo fue el gran error de la Federación de la Izquierda. Hay otro camino, más arduo pero más seguramente revolucionario. La huelga de mayo demostró que la acción obrera puede paralizar a una economía industrial avanzada y poner en crisis al gobierno. La huelga se hubiese transformado en revolución si, simultáneamente, lo obreros, dirigidos por un partido realmente revolucionario, hubiesen iniciado la autogestión en las fábricas. Algunas pequeñas industrias, por ejemplo la de transistores, así lo hicieron. Pero esta posibilidad aterró a los dirigentes de izquierda. Para ellos, prisioneros del dogma, el socialismo significa la toma del poder y luego una larga etapa de centralismo autoritario.

Es el modelo nacido de la experiencia soviética y china. ¿Les parece que en Francia es innecesario?

En Rusia o en China, se trataba de acelerar la acumulación original de capital; se trataba de hacer en quince o veinte años lo que al mundo capitalista le había tomado varios siglos.
Esa aceleración de la capitalización es lo que hasta ahora ha pasado por socialismo. ..
Quizá ese proceso fue inevitable en países poco desarrollados. Seguramente, no lo es ni en Francia ni en Alemania ni en Italia. Aquí se puede pasar al socialismo de otra manera.

¿Cuál?

La toma de los centros de trabajo, no la toma del gobierno. Para los trabajadores europeos, el poder no está en el Palacio Presidencial o en el Parlamento. El poder está en las fábricas. Tomar el poder es tomar el poder en las fábricas.

En ese caso, tomar el poder sería inmediatamente idéntico a la negociación de las relaciones sociales y productivas del capitalismo. ¿Cuál sería el camino concreto hacia este nuevo tipo de toma del poder?

Una fórmula muy clara: Huelga más Autogestión.

Si algo nos ha enseñado el movimiento de mayo es que las posibilidades revolucionarias se han multiplicado. Hay diversos grados de acción. Se puede, por ejemplo, hacer la huelga general continuando la producción, sin enemistar a la población y rehusando toda negociación con el estado burgués o la clase patronal. Desde ahora, el sentido de la revolución consistirá en que la clase obrera expropie directamente los centros de trabajo, instale la autogestión y continúe la producción, sin consultar a nadie. Se trata de vaciar de sustancia al estado burgués y a la gerencia capitalista. Se trata de reivindicar la verdadera idea revolucionaria: todo el poder para los soviets. La revolución significa el paulatino desarrollo de la autogestión a través de poderes obreros auto-organizados en las fábricas, en las administraciones, en los servicios públicos, en las comunas, en las ciudades y en las regiones. A medida que la revolución progrese, sucederán varias cosas: primero, las nuevas relaciones de producción podrán ser definidas autónomamente, de abajo hacia arriba y en beneficio directo de los trabajadores; segundo, las nuevas organizaciones políticas serán la correspondencia exacta de la nueva organización económica, ambas nacerán de la misma base democrática; tercero, las sucesivas expropiaciones irán abriendo un campo cada vez más amplio al concurso directo de estudiantes y profesionistas revolucionarios, que dejarán de verse obligados a ingresar al mundo burgués; y cuarto, el proceso entero significará la desintegración y la parálisis progresiva del estado capitalista, hasta hacerlo prescindible.

¿Cuáles serían las características de un nuevo partido revolucionario capaz de acompañar ese movimiento?

La redacción de Les Temps Modernes acaba de indicarlo en un magnífico editorial. En vez de basarse en militantes disciplinados que reciben órdenes de un aparato central, el partido revolucionario debe confiarse a los animadores locales capaces de juicios e iniciativas autónomas tomadas en función de las condiciones locales y capaces de suscitar discusiones en asambleas libres. El partido revolucionario, paralelo a la acción obrera (huelga más autogestión), debe proceder de la periferia al centro, a través de la auto-organización y autodeterminación de los ciudadanos y la definición por los mismos de las condiciones colectivas de existencia. Para la revista de Sartre, el aparato central del partido se reduciría a coordinar aquellas actividades y a funciones precisas en los sectores de la información general y de la elaboración de perspectivas generales.

En todo lo que llevan dicho, hay una gran insistencia en un hecho que parece negar tanto la práctica de las sociedades comunistas como la de las sociedades neocapitalistas: la descentralización.

Es una condición de la verdadera democracia popular. "Democracia popular" significa que los hombres son capaces de gobernarse a sí mismos, o no significa nada. Cada ciudadano debe participar en el proceso de las decisiones, en vez de seguir las órdenes de-la autoridad. Si la resolución económica es la autogestión obrera, la revolución poliítica es la auto-organización de la base. El movimiento de mayo demostró que las organizaciones sólo entraron en acción a partir de acciones inventadas en la base.

Sin embargo, la huelga general demostró otra cosa: que la economía actual está altamente integrada y tecnificada. Puede ser, por ello, fácilmente paralizada. Pero por el mismo motivo, parece más difícil dirigirla sin planificación centralizada. ¿No hay una contradicción entre la integración tecnológica centralizada y la autogestión descentralizada, política y económica?

Hay un elemento que supera esa contradicción: la comunicación. El desarrollo actual de los medios de comunicación permite la coordinación de la planificación socialista con la autogestión descentralizada. Lo que pasa es que los mass-media han sido desvirtuados, desviados de su función creadora y sometidos a la frivolidad de la sociedad de consumidores. Utilizadas revolucionariamente, las comunicaciones facilitarían las formas de vida autónomas y descentralizadas al tiempo que asegurarían una planificación sin sacrificio de la autogestión.

Aunque, naturalmente, carecemos aún de perspectiva, ¿qué crítica harían ustedes de sí mismos a la luz de los acontecimientos de mayo y junio?

La revolución nació de causas muy profundas, pero fue una explosión de espontaneidad. En cierto sentido, esta fue su virtud, pero también su defecto. Los acontecimientos se sucedieron con demasiada rapidez. Los hechos han desbordado la teoría. Desde un principio, hemos tratado de remediar ese nivel entre nuestra acción y nuestro pensamiento. En medio de las barricadas y los debates públicos, hemos trabajado intensamente. Ahora, en medio de la farsa electoral y la represión, lo seguiremos haciendo. Sólo en la región parisina funcionan ya ciento cincuenta comités de diálogo entre obreros y estudiantes y más de quinientos comités de acción revolucionaria. Los problemas que hemos planteado no son gratuitos y no desaparecerán por sí mismos o a golpe de retórica. La revolución ha planteado la existencia de los verdaderos problemas y, en el mismo acto, ha revelado la falsedad de los problemas debatidos al nivel de la política tradicional. Oponemos un lenguaje nuevo, radical, al lenguaje momificado del poder, del parlamento, de las elecciones y de las formaciones políticas tradicionales. Tanto el poder como la oposición han demostrado su anacronismo y su ineficacia en esta situación. El proceso electoral es asunto entre ellos: no nos afecta ni afecta a la revolución, que prosigue su marcha por caminos inéditos difíciles y definitivamente ajenos a las formalidades burguesas.


CUADERNOS YA EDITADOS
1."Muero como viví ¿Cómo decirles Adiós?" Seis Cartas de Vanzetti.
2. "Historia del Primero de Mayo", (Primera Edición).
3. "Carlos Marx 1883-1983". Recopilación.
4. "Bertolt Brecht: Intelectual Comprometido". Alberto Pulido A.
5. "Agresiones Armadas Yanquis contra México".Cronología.
6. "Las Calles de México". Luis González Obregón. ~
7. "El Asalto a San Bruno" Alberto Pulido A.
8. "Zapata y Villa en la Ciudad de México". :
J. Grigulevich.
9. "El Rock y su Contenido Social",
10. "Un día Dos de Octubre de 1968". Antología.
11. "Rubén Jaramillo. Un Profeta Olvidado. Raúl Macín,
12. "De Indios y Vaqueros".
13. "Sandino y Nicaragua".
14. "Rajatabla". Luis Brito García.
15. "Historia del Primero de Mayo. (Segunda Edición).
16. "Manuel Buendía: un hombre, una huella, un ejemplo" Francisco Martínez de la Vega.
17. "Cuentos para niños sobre Derechos Humanos. (Antología). Marco A. Sagastume.
18. "RENATOgramas de LEDUC". Recopilación.
19. "La línea dura en el Rock", Alberto Pulido A.
20. "El Mexicano". Jack London.
21. "LosWobblies, Activistas Sindicales". Morais Boyer.
22. "Los Literatos Malditos". Antología.
23. "Una modesta proposición". Jonathan Swift.
24. "150 Frases Célebres". Recop. de Alberto Pulido A.
25. "'París la Revolución de Mayo". Carlos Fuentes.